Los compañeros de Arjen Robben en el Bayern Munich lo apodan Aleinikov. Sergei Aleinikov es un ex mediocampista de la Unión Soviética, que pasó por la Juventus entre 1989 y 1990 y que disputó el Mundial de Italia. Sin embargo, a Robben no lo apodan así porque su estilo se empariente con el de Aleinikov; es porque, según explicó Raphael Honigstein en la revista Sports Illustrated, “allein”, en alemán, significa “solo”.
El presidente honorario del Bayern Munich, Franz Beckenbauer, llegó a llamarlo “egoísta”. Pero el martes, en una entrevista con el diario Müncher Merkur, confió: “Deseo un empate 3-3 y que Robben patee el último penal y nos dé el título”. La final de la Liga de Campeones de Europa entre el Bayern Munich y el Borussia Dortmund, disputada ayer en Wembley, no se definió, sin embargo, por penales, sino a los 43 minutos del segundo tiempo, con un gol de Robben.
El llanero solitario. En las últimas tres temporadas, Robben –ya con el Bayern Munich, ya con Holanda– había perdido cuatro finales. De ellas, dos en la Liga de Campeones de Europa. Más: en la última, la temporada pasada, ante el Chelsea, erró un penal en la tanda de definición. Otra, la del Mundial de Sudáfrica 2010, ante España. Allí, incluso, desperdició una jugada en la que se enfrentó a solas con Iker Casillas. Esa jugada lo atormentó: “No puedo parar de pensar en esa chance. Es como una película que mi mente me pasa una y otra vez.” La otra, por la Copa de Alemania, ante el mismísimo Borussia Dortmund. También ante el Borussia Dortmund, en la última temporada, erró otro penal que le permitió a su rival salir campeón (incluso, el serbio Neven Subotic lo increpó aquel día porque, según creía, Robben había inventado la falta del penal).
“Para ser honesto –dijo Robben hace dos semanas–, no quiero hablar más de todas esas estupideces.” Le habían preguntado por las finales que había perdido. El CEO del Bayern Munich, Karl-Heinz Rummenigge, dijo que Robben iba a continuar en el equipo en la temporada que viene, pese a que se rumoreó que Josep Guardiola no lo quería. Recién a mediados de abril, Robben recuperó la titularidad por la lesión de Toni Kroos. En los últimos tres partidos de esta Liga de Campeones, anotó tres goles: dos al Barcelona, además del de ayer.
De última, ante el Borussia Dortmund, Robben se redimió. Ya había desperdiciado dos jugadas en las que había estado a solas con el arquero Roman Weidenfeller cuando, a los 43 minutos del segundo tiempo, se llevó la pelota entre los centrales del Borussia Dortmund y definió –suave, mordido– para ganar una Liga de Campeones de Europa que un tal Aleinikov nunca pudo conseguir.
Alemania celebra
Un partidazo que confirmó dónde está el nuevo orden. La ventaja de 25 puntos que el Bayern Munich le sacó al Borussia Dortmund en la Bundesliga era engañosa. Hay diferencias estilísticas entre ellos, pero no futbolísticas (y menos que menos, de 25 puntos): son dos señores equipos que, no por nada, definieron ayer en Wembley la final de la Liga de Campeones después de eliminar al Barcelona (el Bayern Munich lo aplastó 7-0 en el global) y al Real Madrid. El Bayern Munich ganó 2-1, con goles del croata Mario Mandzukic y del holandés Arjen Robben, y llegó así a cinco títulos continentales.
Ni el Bayern Munich ni el Borussia Dortmund tienen plan B (y es elogiable que así sea). El equipo que (todavía) dirige Jupp Heynckes apostó, como siempre, a elaborar el juego, con Bastian Schweinsteiger a cargo de mover los hilos (65 de 76 pases bien entregados, contra los 36 de 47 del –ante la ausencia, por lesión, de Mario Gotze– organizador de juego de su rival, Ilkay Gundogan). El Borussia Dortmund, en cambio, apostó, como siempre, a la presión alta para recuperar la pelota y a la salida supersónica. Así sobresaltó una y otra vez al arquero Manuel Neuer, al que, sin embargo, sólo pudo vencer a través de un penal convertido por Gundogan (asterisco: la falta criminal del brasileño Dante a Marco Reus merecía, como mínimo, la segunda tarjeta amarilla). Pero el Bayern Munich también abrió una y otra vez la defensa del Borussia Dortmund y, en ese intercambio de golpes (14 remates del campeón contra 12 de su adversario), ganó el equipo que tenía a un tal Robben.