Nadie en San Juan hablará de revancha. Pero sí que tiene un valor especial para San Martín jugar contra San Lorenzo en el Nuevo Gasómetro. Allí, en 2012, una derrota no exenta de polémica lo mandó a jugar la Promoción, en la que terminaría zafando del descenso. Pero San Martín nunca se olvidó de aquel 1-3; entre otras cosas, porque el primer gol del Ciclón llegó cuando el local perdía y Bueno le cometió falta al arquero antes de empatar; Bueno, al cabo, haría otro gol esa tarde. Bueno, anoche, concretó de cabeza el primero de San Martín, pero no lo festejó, en parte por el recuerdo de ese partido, en parte por el amor que siente por San Lorenzo. Idas y vueltas del fútbol.
Anoche no hubo polémicas, pero al local le sobraron oportunidades para hacer goles. En el primer tiempo, su incipiente dominio se transformó de a poco en un aluvión que se llevó todo por delante. Menos a Luis Ardente, el arquero visitante, protagonista central de la noche. Se insiste: en la etapa inicial, San Lorenzo contó con seis ocasiones clarísimas; en tres, la pelota rebotó en el palo. Antes y después, la única aduana infranqueable fue Ardente, que se fue agrandando y en un momento se creyó Superman. Era uno de esos partidos en los que los hinchas se dicen entre ellos en la tribuna que no, que no hay caso, que si no entró esta no entra ninguna. Parecía un designio. Encima, cuando el Ciclón había superado la decena de casi-goles, San Martín tuvo dos oportunidades para hacer el segundo.
Por eso sorprendió el empate de San Lorenzo; no porque no lo mereciera, sino porque los brazos empezaban a caer cuando cabeceó Cetto. Igual, el designio estaba tallado: enseguida, Figueroa clavó otro puñal en la temblequeante defensa local. Y chau.