El calendario marca 21 de mayo del 79 y este día la FIFA cumple 75 años. Además, estrena sede nueva en Zurich. No se trata de un aniversario más y, como en toda multinacional, se festeja a lo grande. El presidente Joao Havelange y el vice Hermann Neuberger son los anfitriones perfectos de dirigentes de las federaciones de fútbol más importantes del mundo, empresarios y dueños de medios. En representación de la Argentina viajó el almirante Carlos Alberto Lacoste. Todo está planeado, medido. Se come bien, se bebe mejor y se habla: del Mundial que vendrá, en España, y del que terminó hace un año, en la Argentina. La cordialidad y la simpatía empalagan. Hasta que Havelange anuncia que se preparen para ver el estreno de la película oficial de Argentina 78. Las luces del auditorio se apagan y en la pantalla aparecen dos hombres que caminan de noche por una calle solitaria, se supone que de Buenos Aires. No es posible identificarlos: son dos siluetas que se recortan bajo una luz débil. Y con Adiós Nonino de fondo arranca el diálogo.
—¿Su nombre?
—Rodolfo Galimberti.
—¿Usted es dirigente de Montoneros?
—Sí.
Pantalla caliente. La gente de la FIFA queda afectada. Hay murmullos, carraspeos incómodos, miradas que interpelan. Nadie entiende. Lo que están viendo no tiene nada que ver con lo que esperaban de un documental sobre un Mundial de Fútbol. ¿Y los goles? ¿Qué pasó con las imágenes de la fiesta inaugural? ¿Dónde está Kempes? ¿Y Van de Kerkhof? Eso vendrá después. Los primeros minutos son de denuncia.
Sigue la escena: el que dice ser periodista del diario francés L’Express pregunta si Montoneros va a aprovechar el Mundial para realizar actos terroristas. El que dice ser Galimberti garantiza que no harán operaciones armadas y hasta propone una tregua con Videla. Siguen caminando, sigue Piazzolla, pasa un taxi. Los dos personajes se frenan, la cámara los muestra de espaldas. El que interpreta a Galimberti cierra el diálogo: “Somos favorables a todas las formas de acción destinadas a denunciar la represión que existe en la República Argentina y agradecemos a todos los que se empeñen en divulgar esto. Sin embargo, creemos que en las actuales circunstancias el boicot a la Copa del Mundo no sería una política realista”.
Después de esta escena que dura poco más de un minuto aparecen por fin las imágenes del Mundial, pero una voz en off cuestiona el entusiasmo desmedido de los argentinos: “¿Sabían que Paul Breitner, Campeón del Mundo de 1974, les había pedido a sus compañeros que no saludaran a los líderes militares de Argentina? ¿Conocían que hubo manifestaciones en Francia para que se boicoteara la Copa del Mundo? ¿Sabían que el mejor jugador francés, Michel Platini, apoyaba a los manifestantes? ¿Y que en México se preguntaban si se podía jugar al fútbol en un campo de concentración?”.
El documental en cuestión se llama El poder del fútbol y está producido por Milton Reis, un abogado y ex diputado brasileño que durante la dictadura de su país se dedicó a producir cine. La compañía Milton Reis Emprendimientos se quedó con los derechos para la realización del film oficial del Mundial de Argentina que la FIFA había licitado en México un año antes del comienzo. Como la Selección brasileña era una de las grandes candidatas para quedarse con la Copa del Mundo, Reis tenía un interés especial en dirigir esa película. Al final, Brasil terminó en tercer lugar y esa frustración modificó la idea original del documental.
Reis falleció en febrero de 2016. Cinco años antes explicó: “Es una película con la que nosotros intentamos contar el contexto político que vivimos en Argentina durante ese Mundial. Una película que nos trajo muchos problemas”. Después de la avant première en aquella gala en la sede de la FIFA, Havelange le quitó el rótulo de “película oficial”. En la Argentina, por supuesto, jamás fue estrenada. En Brasil apenas merodeó el circuito comercial. Hoy es una película de culto que muy ocasionalmente entra en la programación de algún canal de televisión estatal europeo.
Con El poder del fútbol sin pantalla, el país campeón del mundo se iba quedar sin película oficial con la cual moderar la abstinencia de festejos. Pero el destino se puso la celeste y blanca: tres días después de aquella exhibición fallida en Zurich, en los cines de la Argentina se estrenó La fiesta de todos, dirigida por Sergio Renán. No era “oficial” ni estaba avalada por la FIFA, pero cumplía con todos los requisitos para serlo. Se trata de una reconstrucción del Mundial, con imágenes de los partidos y breves escenas protagonizadas por comediantes y periodistas. A pesar de que la crítica la destrozó, fue la película nacional más vista de 1979.
La llaga de Renán. Hace exactamente diez años, cuando se cumplieron treinta del Mundial 78, Renán se decidió a hablar de La fiesta de todos. En un bar de Recoleta, mientras tomaba un café cruzado de piernas, se lamentó: “Es una llaga que me acompañará por siempre. Yo tengo una historia antes y otra después de esa película”. Cinco años antes Renán había estrenado La tregua, el primer film argentino que compitió por los premios Oscar. Después dirigió Crecer de golpe, basada en la novela de Haroldo Conti. El reconocimiento y el prestigio no paraban de crecer. Hasta que hizo La fiesta de todos, que en el primer minuto muestra dos veces al general Videla y se convirtió en uno de los hitos propagandísticos más potentes de la última dictadura, en un símbolo del mainstream castrense.
El productor fue Héctor Francisco “Paco” Capozzolo, director de la empresa santafesina Arbol Solo y del Banco Tornquist, y muy allegado al general Albano Harguindeguy. Capozzolo compró los derechos de las imágenes y eligió a Renán, que según explicó se encontró con “una película hecha”. Los 2 millones de dólares de presupuesto le parecieron suficientes y se embarcó en el proyecto.
Renán murió en junio de 2015 disgustado con aquellos que lo criticaban. “La película no se congracia con Videla, Massera y compañía. La película muestra la felicidad de la gente”, intentó justificar en aquel bar de Recoleta. Y finalizó: “Lamento que hiera la susceptibilidad de la gente que la estaba pasando mal, y cuando digo que lo lamento, lo lamento en serio, no lo digo de manera cínica. La película es lo que es, no puedo esconderme, me hago cargo, yo hice La fiesta de todos”.
“Videla asesino”
Un día después de la exhibición del documental “oficial” en Zurich, los festejos por los 75 años de la FIFA continuaron. Y con un partido, como debe ser. El 22 de mayo del 79 se cruzaron las Selecciones de Argentina y Holanda en Berna. Algo así como una revancha de la final del Mundial 78, pero en modo amistoso. Y con un plus: jugó Diego Maradona.
Lo más notable de ese partido es que ni bien comenzó un grupo de exiliados argentinos se ubicó detrás de uno de los arcos y exhibió un cartel con la leyenda “Videla asesino”. En realidad, más que un cartel eran las 13 letras sueltas que habían ingresado al estadio ocultas entre la ropa. Cuando se ubicaron en el lugar estratégico cada uno desplegó la letra correspondiente y se formó la frase.
Tan estratégica fue la ubicación del cartel que durante el primer tiempo salía en la transmisión televisiva en cada ataque de la Selección argentina. Desde ATC, que emitió el amistoso para todo el país, no sabían de qué manera modificar esa imagen que llegaba desde Berna. Entonces pusieron un sobreimpreso para tapar la bandera: el anuncio de un recital de Les Luthiers que iban a pasar esa noche a las 22. El partido terminó 0-0 y hubo que definir la copa por penales. Por supuesto, se patearon en el otro arco.