Como pocas veces, la Selección jugaba exclusivamente para Sabella. Con el pasaje a Brasil en la mesita de luz y sin Messi (además de los etcéteras con los apellidos de Higuain, Gago y Mascherano), la zanahoria era cómo resolvería el equipo jugar por primera vez sin su bandera en estas Eliminatorias. En el anuncio de las formaciones, el público ya había ovacionado a Di María y a Agüero; ese plan doble que invitaba a pensar igual en un Messi. Hay símbolos: Kun llevó la 10 y el hombre del Real Madrid, la cinta. Sabella eligió repartir el botín del crack entre sus lugartenientes. Agüero es el gol y un animal dentro del área. Di María es la velocidad y la gambeta. Una metamorfosis de los dos replica un Messi. Esa ausencia que Sabella tuvo tan presente.
Sin la dupla Messi-Higuain, el equipo argentino perdía 33 de los 56 goles de la era Sabella; Palacio-Lavezzi apenas juntaban uno en esta etapa. Pero los rapiditos anoche desbordaron a Perú y confirmaron la presunción: hay dos Argentina. No es un spot de campaña, es el corte transversal de un equipo asesino arriba y vulnerable abajo.
Hay jugadas que resumen los dos paradigmas. El segundo gol de la Selección argentina fue rapidez y precisión para desconcertar a la defensa rival; los cuatro intérpretes fueron los hombres de ataque con una secuencia en orden en la que se lucieron Agüero, Di María, Palacio y Lavezzi, el del pase a la red.
La contracara fue el gol de Perú. La pelota cayó en la zona de Zabaleta, que estaba adelantado unos metros; Fernández perdió la marca de Pizarro y, encima, Romero se apuró en su salida. La descoordinación tuvo el precio de una definición exquisita del delantero peruano.
Como si estuviera. Sin Gago y Mascherano, el doble cinco muleto mostró jerarquía. Sabella podrá confiar siempre en Banega, un jugador versátil. Su compinche fue Biglia, el prolijito. Cuando fallaron en la contención, la defensa los puso en evidencia. Perú contó con arranques encendidos que no solían terminar bien, pero le marcaban la cancha al fondo argentino, que ayer estuvo completo. Más allá de contar con sus cuatro figuritas preferidas, Sabella todavía no logra encontrar solidez en un equipo supersónico. Argentina le juega carrera al viento, que ayer en el Monumental tuvo ráfagas parecidas a los piques de Lavezzi.
El agujero de Messi fue cubierto por un DT que respetó el esquema 4-3-3, que ensayó por primera vez sin Leo en cancha. Después de 35 presencias consecutivas, anoche faltó el jugador irremplazable. Sin embargo, los delanteros le hicieron un complot a lo imposible y soslayaron a Messi.
El foco del problema sigue atrás, donde Zabaleta cumple, los centrales Fernández y Garay siguen sin dar garantías de pareja infranqueable y Rojo es el lunar más grande. Lo mejor del lateral izquierdo ni siquiera fue cuando defendió. Su centro para el tercer gol fue la perla que lo rescató de una actuación flojo; toda un síntoma.
Con el trámite resuelto, Argentina tocó la pelota y paseó su esencia por un partido distinto. Tan raro que, aunque no pareció, faltó Messi.