Lanús no se traiciona. El ahora puntero esconde su secreto en la esencia, mucho más que en la efectividad. Los goles son consecuencia de la idea. La evidencia de ayer son las jugadas previas por encima de las definiciones. Lanús elabora, amasa. Come pan si se fabrica su pan. Y si no, no come. La virtud del Granate es que su juego no depende de las migajas que le queden servidas; es un equipo autosuficiente. Cierta endeblez en el fondo le hace pagar con susto lo que se supone tiene resuelto. Ese es el margen de duda que deja. La hendija por donde los rivales le espían las miserias. A veces, Lanús deja que se sospeche de su candidatura.
Imagen. Son jugadores de rol. Sin figuras con destino europeo, Lanús crece a partir de la suma de las partes. En su todo Pizarro es el que piensa, Regueiro el de pase punzante, Ayala el de la pegada y Romero el del último toque. Atrás, el reino de la incertidumbre: los defensores y el arquero hacen culto del aguante, pero siempre con el riesgo al límite. Figueroa, el rápido y furioso de Argentinos, lo complicó en el primer tiempo; le faltó claridad para concretar lo que él mismo generaba. Su mejor intervención fue un remate que pasó cerca del ángulo. El delantero no buscó razones futbolísticas. Miró hacia arriba, mientras apuntaba en esa dirección con los dedos índices. El cielo salvó a Lanús. Y sobre el final, cuando Argentinos arremetió con actitud y desorden –fue a cabecear dos veces el arquero Ojeda, por ejemplo–, Marchesín puso candado.
Romero fue mucho para una defensa que no encaja en el ideal de su entrenador. Argentinos no es sólido atrás; puñal para Caruso Lombardi. Entre líneas se filtró el delantero que fue determinante en un triunfo esperable. Lanús necesitaba ganar ante un rival que camina rengo.
Sin su gran tarde-noche, el equipo Mellizo se pareció de a ratos a sí mismo. Cuando lo logró sacó la diferencia. Después, resistió hasta el final con la espalda pegada a su arquero. Lanús se debía el triunfo que lo pusiera otra vez de punta. Dependerá de su juego para comer siempre de su propio pan.