La cáscara de la semana puso a San Lorenzo en el altar de los medios. Pero el equipo necesitaba escapar de la trampa del chiste y plantar los pies en el torneo.
Con la cuenta de los promedios casi saldada, la mirada hacia arriba no es para buscar amparo divino; San Lorenzo busca codearse con los punteros. Aunque todavía le falte encontrar su propia identidad.
El autoboicot. Cuando San Lorenzo fue el equipo al revés, Migliore puso el cuerpo para salvarlo. Primero fue Prósperi el que rechazó mal, después de que sus compañeros lo empujaran a despejar una pelota que debió tener otra salida. Tito Ramírez capturó el tiro corto y habilitó a Gigliotti, que perdió en el mano a mano ante el arquero. La segunda vez que el Ciclón se equivocó fue vía Mercier. El volante falló en el retroceso y dejó una pelota suelta que atacó Gigliotti. El delantero de Colón gambeteó dos veces y eligió un palo para definir. Migliore se estiró y mandó la pelota al córner.
El local dominaba y San Lorenzo no dejaba de hacer lo que no había que hacer. Encima, Mauro Cetto protestó con insultos un supuesto offside y Pezzotta lo expulsó.
La recuperación. Pizzi solucionó los problemas de fondo compactando a su equipo y el dibujo pareció una bonita canción: Todos atrás y Dios de nueve. No es chiste. El hasta entonces único faro era Stracqualursi. Hasta que el DT optó por buscar variantes: lo sacó y puso a Villalba, para tener aire por las bandas.
Colón arrastraba la pelota hasta el campo de San Lorenzo y evidenciaba su impotencia. Mugni intentó una volea que casi termina en lateral. El mal remate del volante era una síntesis: el Sabalero se ubicaba mal, pisaba mal, definía mal.
El gol. Adelante San Lorenzo era la nada. No producía y no apostaba ni siquiera a la segunda pelota. De un córner encontró el tesoro. Antes de que cabeceara Kalinski, Ramírez puso la mano y descolocó a Pozo. No es lugar para hacer el chiste de la mano de Dios. Colón ayudó a San Lorenzo. Solo no podía.