Violentos vigilados, aunque con el poder intacto. Gestiones para pacificar los estadios sin atacar los focos de violencia que el fútbol padece fuera de ellos. Barra “oficial” adentro, barra disidente al margen. Son algunos rasgos del nuevo mapa de la seguridad en el fútbol argentino.
En el gobierno nacional celebran los resultados del programa Tribuna Segura, a cargo de Guillermo Madero, director de Seguridad en Espectáculos Deportivos, que depende de la cartera conducida por Patricia Bullrich. El plan consiste en el control y la fiscalización en el ingreso a estadios en cada fecha del fútbol argentino y en partidos de la Selección. Se nutre de las bases de datos de Renaper (acredita identidad), Sisef (personas con derecho de admisión y restricciones judiciales) y Sifcop (registro de pedidos de capturas de la Policía Federal). Desde su lanzamiento en agosto de 2016, y según consta en su sitio web, logró 1.899 admisiones y 545 capturas en un total de 1.063 encuentros.
Tribuna Segura no ataca la matriz violenta ni el corazón financiero de los barras. Y aunque quisiera, tiene una limitación: más allá de que Seguridad de la Nación puede aplicar el programa a partir de un convenio, no tiene jurisdicción para ir a fondo en una lucha contra las barras grandes de la Ciudad. Sin más, la de Boca o la de River.
El plan sí funcionó para dar con personas que cometieron delitos de naturaleza ajena al fútbol y que, como en la película El secreto de sus ojos, caen traicionadas por los colores. El antecedente más inmediato ocurrió en la última fecha de la Superliga: detuvieron a dos prófugos por abuso sexual, uno en Vélez-Lanús y el otro en Unión-Estudiantes. En febrero último se había anunciado que hasta los padres deudores de la cuota alimenticia de sus hijos no iban a poder entrar más a la cancha.
Tribuna Segura también fue efectivo para apagar conflictos en la estructura interna de las barras. ¿Cómo lo hizo? Debilitando en conjunto con los clubes a las llamadas facciones “disidentes”. Los dirigentes comenzaron a presentar listas de admisión con los integrantes de barras “no oficiales”, al tiempo que permitían el ingreso de la barra “oficial”. A falta de bandos enfrentados entre sí, y sin hinchas visitantes, menos riesgo de incidentes en la cancha.
“Los grupos ‘disidentes’ quedaron afuera. Ni siquiera tienen un apoyo político que los impulse a una pelea por ganar el mando de la barra ‘oficial’. Los clubes eligen quiénes sí y quiénes no, y Tribuna Segura actúa en función de eso”, analiza Gustavo Grabia, periodista especializado en la materia.
Que los barras sientan hoy la presencia de una espada de Damocles capaz de apartarlos del paraavalanchas (si aparecen en los registros del programa pueden ser penados con hasta dos años de restricción para ir a la cancha) no significa que hayan perdido poder ni que el funcionamiento de sus negocios se haya visto alterado: solo la Provincia de Buenos Aires, a través del Aprevide, accionó contra los puntos de financiamiento de los grupos violentos, como los puestos de comida, la reventa de entradas y los trapitos.
Los violentos entienden el código para convivir con Tribuna Segura: no hacer desmanes en la cancha. “Cualquier incidente hoy los deja afuera en serio, y entonces se cuidan de aparecer en los registros”, agrega Grabia. No obstante, ya verificaron que el sistema es fácilmente franqueable. El último caso en salir a la luz fue en febrero, cuando el barra Martín Pérez, mano derecha de Rafael Di Zeo y que ya tenía restricción de ingreso, amenazó a plateístas de Boca que cantaban contra el presidente Daniel Angelici en el encuentro ante Lanús. Había entrado con el DNI de su hermano.
En tiempos en que la prohibición a los hinchas visitantes se ofrece como solución, resultan lapidarias las cifras de muertes por incidentes entre hinchas del mismo equipo: las últimas víctimas fatales llevan ese sello, ocurrieron entre 2017 y 2018 y portan los nombres de Emanuel Balbo (hincha de Belgrano), Amílcar Leguizamón y Javier Cabrera (ambos de Unión) y Martín González (Gimnasia de Jujuy). En los últimos veinte años hubo 38 fallecidos en peleas que portaban una misma camiseta. La nueva era, entonces, apunta a mostrar tribunas pacificadas.
Pero la violencia sigue latente en otros escenarios, con otros actores o con barras “inorgánicos” o “periféricos”. Se vio en los episodios que provocaron la suspensión del Superclásico por la final de la Copa Libertadores en el Monumental. Se replicó el miércoles último en los incidentes entre hinchas de Boca que se dirigían al partido con Jorge Wilstermann y un grupo de socios de Vélez que participaba de una asamblea.
De un lado, Tribuna Segura. Del otro, la violencia y los negocios intactos.
No sirve para combatir la violencia en el futbol
Tribuna Segura es uno de los tantos programas que se han implementado en la Argentina y que hace foco específicamente en los barrabravas. Se entiende que por prohibir el ingreso de personas concretas a la cancha se va a solucionar el problema. Y es apenas una pequeña parte. Por otro lado, es la respuesta que tuvo el Ministerio de Seguridad frente a la falta de jurisdicción que tiene a partir de que la Policía de la Ciudad se hizo cargo de todo lo vinculado al fútbol en la ciudad de Buenos Aires. El asunto se convirtió en una cuestión jurisdiccional territorial.
Guillermo Madero es una persona seria y que intenta trabajar, pero esto no lo pone a salvo de la bajada de línea de un gobierno que quiere poner énfasis en determinadas personas o en determinados grupos. Entonces, esto convierte a Tribuna Segura en un escenario donde los dirigentes políticos terminan eligiendo quiénes van y quiénes no van a la cancha. Ocurre lo mismo con el Aprevide: de acuerdo con los humores de los funcionarios a cargo de esas agencias se determinará quién puede y quién no puede entrar. Y terminan siendo programas meramente policiales: trabajan sobre hechos consumados y sobre personas específicas. No sirven para combatir la violencia en el fútbol.
Los funcionarios de seguridad en el fútbol suelen hablar de “mafias” sin ahondar mucho en el asunto. Se hace una estigmatización de las barras y se corren de foco temas trascendentes y que tienen una relación cotidiana con la violencia en el fútbol, como el rol de la policía. Y después se apela a una ley que pretenda resolver todos los problemas. Pasa ahora, pasó en el gobierno anterior y antes también.
Cuando se habla de violencia en el fútbol, hay que hablar de los dirigentes, de la política, de los vínculos del fútbol con la política, de la policía, de cómo bajan las órdenes desde la política a la policía. Hay que hablar también de las diferencias entre las distintas jurisdicciones y de la falta de una legislación que unifique. Pero se circunscribe la violencia a los barrabravas. Y eso no solo es una simplificación, sino que no tiene nada que ver con la realidad.
*Mariano Berges. Ex juez de instrucción, preside la ONG Salvemos al Fútbol.