A Marko le pesa el apellido. Cuando pisa la cancha y debe afrontar partidos de futures o challengers lo invade la convicción de que sus rivales le juegan a morir por la ambición de ganarle a un Djokovic. En los pocos partidos del circuito ATP que llegó a disputar, sintió que el público lo analizó a través de un cristal con la imagen de su hermano mayor, el deportista serbio más destacado de la historia. Y, a pesar de gozar de los beneficios de la fama heredada, compite todos los días contra su peor contrincante: ese mito que hasta el propio Novak repite y que señala que el talento se lleva en la sangre.