Otra vez, la foto ofrece el drama. O la angustia. O la frustración. O todo eso junto, en una imagen, en un cuerpo, en una cara: la de Lionel Messi. Nuestro genio acaba de patear la pelota al cielo porque el polaco Szymon Marciniak pitó el final del partido y queda parado en la mitad de la cancha, con los brazos en jarra, en el inicio de un Mundial que no parece, al menos en este debut, ser la redención esperada, el final de un karma.
Todos queremos que Messi gane esta copa en Rusia. Incluso lo queremos más por él que por la Selección. Pero en el capítulo inicial, en el duelo que en teoría era el más accesible del grupo, Messi se encontró –como toda la Selección– con once vikingos que tapiaron su área y se aferraron al empate como se aferran al sol en invierno, cuando apenas sale cuatro horas por día.
Es cierto que, pese a todo eso, Messi tuvo la oportunidad de darle el triunfo a la Selección con un penal. Una chance inmejorable, que frecuentemente transforma en gol. Pero que esta vez, acaso para darles letra a quienes lo critican y le piden que sea lo que ni él quiere ser, erró: pateó mal, a media altura, con un tiro demasiado anunciado que atajó Hannes Halldórsson, un arquero que es director de cine, produjo un videoclip que representó a Islandia en el Festival de Eurovisión en 2012, hizo anuncios publicitarios y hasta llegó a rodar una película de zombis. “Estudié muchos penales de Messi. Intenté entrar en su cabeza y también en lo que ellos pensarían de mí. Tenía un presentimiento de que el disparo iría en esa dirección”, contó el cineasta islandés, convertido en el nuevo héroe nacional del país nórdico.
Messi también habló del penal, una pieza que dentro de poco podría convertirse en un corto dirigido por su verdugo Halldórsson. “Me siento responsable, fue muy doloroso. Porque hubiese cambiado todo. Nos hubiésemos tranquilizado”, explicó Messi en la zona mixta del estadio del Spartak Moscú.
Así y todo, Messi pateó más al arco que todo el equipo de Islandia: once tiros frente a nueve, una estadística que refleja una participación activa pero no decisiva. Leo hizo un buen primer tiempo, intentó desactivar el cerrojo islandés, pero fue diluyéndose con el paso del tiempo. Sobre todo luego de la jugada que marcó el partido a fuego, el penal que desvió el arquero islandés. “Lo decidí en el momento, quise pegarle fuerte a ese palo y me salió a media altura”, contó el rosarino, quien luego de ese golpe quedó cabizbajo, perdido en la cancha, como en sus peores épocas de la Selección.
La Pulga se levantó, un poco por la demanda de juego dentro del campo, y otro poco por el aliento de los casi 20 mil argentinos que estaban en las tribunas del Spartak, guiados por Diego Maradona, que pidió sostener el apoyo hacia el genio rosarino. “Fue un momento muy especial, porque la verdad es que estaba mal por haber errado el penal”, valoró.
Después de eso, probó por izquierda, por el medio y por derecha, pero no pudo. Los islandeses estaban en todos lados. Incluso adentro de su cabeza: “Hicimos cosas buenas, no les podíamos entrar, quisimos mover de un lado a otro pero nos costó”. Y dejó un pedido para estos días en los que sobrarán los análisis desmedidos y las bravatas televisivas: “No hay que volverse locos. Tenemos que mejorar muchas cosas, pero merecimos ganar el partido”.