Carlos Monzón, Escopeta, El Macho, como lo llamaba el jet set europeo, o simplemente el boxeador argentino más grande de todos los tiempos, hubiera cumplido hoy 65 años de edad. Aquella derecha larga, letal, en el decimosegundo round sobre el mentón de Nino Benvenutti, aquel 7 de noviembre del '70 en el Palazzo dello Sport de Roma, no sólo marcaría uno de los nocauts más espectaculares del siglo XX, sino el nacimiento de uno de los medianos más grande del planeta.
Prácticamente, nadie o muy pocos creían en las posibilidades de ese flacucho que desde su niñez allá en el barrio "La Flecha" de San Javier en la provincia de Santa Fe arrastraba problemas de alimentación y que había tenido la irreverencia de arrebatarle los cinturones argentino y sudamericano ('66 y '67, respectivamente) al crédito capitalino, "El Torito de Pompeya", Jorge Fernández.
Para Benvenutti caducaban los tiempos y tenía que refrendar su reinado en los 72,500 kilos. Para esa época, el italiano se encontraba más abocado a su papel de galán cinematográfico que al de gladiador de los cuadriláteros. Sus representantes tenían que ubicar un rival que no representara peligro alguno para Nino.
A todo esto, Tito Lectoure se enteró de esta posibilidad y les propuso a los italianos a su "endeble" pupilo. Después de varios contactos entre Europa y Argentina, los itálicos firmaron el contrato y Monzón voló hacía el viejo mundo. Los promotores de Benvenutti no se imaginaron nunca que habían firmado algo así, como "la pena de muerte" para el ídolo peninsular. A Escopeta sólo sus familiares y algunos de sus más allegados lo fueron a despedir a Ezeiza.
Nadie entendía nada en el ring del Dello Sport de Roma cuando aquel desconocido representante del pugilismo sudamericano comenzó, con pistoneo de izquierdas y mazazos de derechas, a deteriorar la imagen del carilindo anfitrión, uno de los más importantes campeones que habían dado los italianos en su historia.
Colgado entre las cuerdas de un rincón neutral, Benvenutti comenzaba a ser pasado para dar paso a quien con el tiempo sería su gran amigo y dueño de un récord colosal, solo superado -después de 25 años- por el estadounidense Bernard Hopkins.
En mayo del año siguiente, Nino trató de reconquistar en Montecarlo la corona, pero no contó con la más mínima chance. Para Monzón, resultó un simple trámite que terminó por nocaut técnico en la tercera vuelta.
Después vendrían Emile Griffith (en dos oportunidades), Denny Moyer, Jean Claude Bouttier (dos veces), Tom Boggs, Bennie Briscoe (el que lo hizo mirar el reloj), José "Mantequilla" Nápoles, Tony Mundine, Tony Licata, Gratien Tonna y Rodrigo Valdez (dos veces).
Justamente el pasado 30 de julio se cumplieron 30 años de aquella épica y monumental victoria en Montecarlo (30/7/77), en la cual tras experimentar el trago amargo de visitar fugazmente la lona en el segundo round superó por demolición al colombiano. Monzón retuvo la corona mundial unificada de los medianos (AMB y CMB) y se retiró por la puerta grande para no volver.
Se puede decir que su vida tuvo perfiles novelescos. Conoció la miseria y la gloria, del barro de su humilde barrio "La Flecha" hasta los hoteles más sofisticados de Europa. Sus ex rivales lo continúan reverenciando. Vivió resonantes romances con hermosas mujeres, locales e internacionales.
Había nacido en Santa Fe el 7 de agosto del '42. Cómo amateur obtuvo 73 victorias, ocho derrotas y seis empates. En su debut profesional (6/2/63)le ganó por nocaut técnico en dos asaltos a Ramón Montenegro. Se retiró como campeón invicto en 14 defensas realizadas.
Su campaña profesional marca 88 peleas ganadas (61 antes del límite), tres perdidas (ante Antonio Aguilar, Alberto Massi y el brasileño Felipe Cambeiro) y nueve empatadas.
El 3 de julio del '89 fue condenado a 11 años de prisión por ser considerado el autor penalmente responsable del homicidio, durante el verano del '88, de Alicia Muñiz, con quien tuvo un hijo, Maximiliano. Su conducta en la cárcel fue ejemplar y consiguió un estado de semilibertad en Santa Fe.
Le faltaba menos de un año para recuperar definitivamente la libertad y poder cumplir con su viejo anhelo: buscar a Maximiliano.
Esto no pudo ser posible, ya que durante la tarde del domingo 8 de enero del '95, a la edad de 52 años, aproximadamente a las 17.30 sobre la ruta provincial número 1 a la altura del paraje Los Cerrillos en la localidad de Santa Rosa de Calchines, encontró la muerte en un trágico accidente automovilístico a 35 kilómetros de la capital santafesina.
Dos monumentos, uno en el lugar del accidente y otro sobre la costanera de la ciudad de Santa Fe, hablan de la idolatría de un pueblo y del reconocimiento de los organismos internacionales a quien en la actualidad continúa siendo el boxeador argentino más reconocido y respetado en cualquier parte del mundo.