Llegó de última, después de que el Bayern Munich, el Real Madrid, el Deportivo la Coruña y el Inter de Milán negaran respectivamente las cesiones de Martín Demichelis, Gabriel Heinze, Fabricio Coloccini y Nicolás Burdisso. Sin embargo, tan bien jugó Nicolás Pareja -y tanto apretó Costa de Marfil- que fue la figura de un equipo que, pese a tanto nombre ilustre del medio para arriba, tuvo acaso su mayor virtud en la seguridad que mostraron él y Zabaleta en la defensa.
Incluso, varias veces al quedar como último hombre tuvo que cerrar sobre la izquierda, y lo hizo con una rapidez y una personalidad muy destacables. En el caso de Zabaleta, alguien podrá endilgarle que no advirtió la llegada de Cisse por detrás suyo en el gol marfileño. Pero mucho más que su distracción, en esa jugada fue decisivo un muy inseguro Monzón, que ni siquiera atinó a salirle a quien tiró el centro para el cabezazo que puso el 1-1.
Lo más flojo del equipo, no obstante, no estuvo abajo sino del medio hacia arriba, donde, después de un comienzo en el que pareció que iba a llevarse por delante a los africanos, lo de Argentina pasó a ser muy anunciado, con demasiado juego por el medio y muy poco o directamente nada por las puntas.
Demasiada Aduana: eso era lo que pasaba con Argentina, que armaba una especie de “cuadrado” con Mascherano y Gago como vértices superiores y Messi y Riquelme un poco más adelante. Muchos buenos pies, seguro, pero todos demasiado concentrados cerca del círculo central, sin peso en el área rival y sin acompañamiento de volantes que “rompieran” y llegaran por afuera.
Tampoco aportaron ese desborde tan necesario Agüero y Lavezzi, que al bajar demasiado para desmarcarse también contribuyeron a que el juego argentino se “empantanara” en el medio y a que, con apenas ajustar la presión en ese sector y salir de contra, los marfileños emparejaran el trámite.
Para colmo, las pocas veces en que Argentina llegó, tanto uno como otro punta demostraron que, si bien pueden ser jugadores muy útiles, no tienen las características de ese goleador nato que Argentina necesita para suceder a Batistuta y Crespo. Especialmente, en el caso de Lavezzi, que por algo en el minuto 32 no pudo conectar un centro de Agüero como alguno de aquellos arietes lo hubiera hecho.
“Termina mejor el seleccionado africano”, decían por TV Walter Nelson y Alejandro Fabbri, y era cierto. Porque lo importante no es sólo quiénes atacan, sino con cuánta gente se ataca. Y hasta en eso los africanos lograban superar ya a Argentina cuando Riquelme la pisó, la puso a espaldas de los defensores marfileños y Messi se filtró por el medio como no lo había hecho hasta ese momento para poner el 1-0 en el final del primer tiempo.
Ya en la segunda parte, la entrada de Di María por Lavezzi aportó algo de esa frescura que hacía falta no sólo para sorprender en serio ofensivamente, sino también para reponerse del mazazo que significó el gol de Cissé. Pero así y todo el partido siguió siendo bien parejo, e incluso pareció haber un penal de Zabaleta a Kalou al promediar la etapa.
Finalmente, la pared de Messi y Riquelme a la salida de un tiro libre, el remate de la Pulga que el arquero rechazó y la entrada para empujarla de Lautaro Acosta hicieron posible el triunfo argentino. La jugada demostró la importancia de sumar gente en ataque, a tal punto que, de no haber estado en la cancha el ex Lanús para aparecer por derecha y conectar hacia la red el rechazo del “uno”, el empate hubiera sido seguramente inamovible.
Si algo ayudó a ese 2-1 que llegó faltando muy poco para el epílogo, sin embargo, fue la excelente actuación del para muchos poco conocido Pareja. Y es que, en esos momentos de zozobra que vivió el equipo de Batista, el ex Argentinos Juniors, que viene de ser campeón de Liga y de Copa con el Anderlecht de Bélgica, siempre fue un puntal no sólo en lo defensivo, sino también en lo anímico. ¿Nace un nuevo caudillo? Ojalá...
(*) redactor de Perfil.com