En ese submundo oscuro y agresivo que es la AFA desde hace más de un año, donde la rosca, los egos y las ambiciones de dirigentes golpean en la cara al fútbol argentino –al fútbol negocio y al fútbol juego–, ya se sabía que Marcelo Tinelli iba a salir a decir lo que dijo: “No voy a competir en una elección voto a voto como la otra vez”. Con esas palabras, el empresario televisivo dio un aviso por duplicado: al Gobierno, que operó desde antes de llegar a la Casa Rosada para que no sea el presidente de AFA, algo que Tinelli siempre recuerda como la clave del insólito empate 38 a 38 en Ezeiza, y también al Ascenso, el sector que se opone a su candidatura desde siempre.
¿Por qué dijo lo que dijo Tinelli? Porque sabe que en el último mes, en su afán de asegurarse que no retome su intención de sentarse en el sillón de Viamonte 1366, el macrismo aceleró un acercamiento a Claudio “Chiqui” Tapia y a todo el Ascenso Unido, el espacio que aglutina a los clubes de las categorías menores, el interior y algunos –muy pocos– de la Primera.
Esa suerte de relación por conveniencia se concretó por dos vías: del lado oficial, a través del secretario general de Presidencia, Fernando De Andreis, y del jefe de Gabinete, Marcos Peña. Y del lado paraoficial, pero tal vez más incidente, a través de Daniel Angelici. El presidente de Boca dio su primera muestra de reconciliación con ese sector el 3 de noviembre, cuando asistió al asado que se organizó en Barracas Central. Luego vino el desplante por la Superliga, el pedido de elecciones antes de fin de año, y las reuniones con la FIFA para modificar el estatuto de la AFA. Esta semana, Angelici volvió a dar una señal en los Premios Alumni.
Pero mientras todo eso se mostraba en la superficie, detrás de escena, en ese estrato invisible donde se tejen alianzas y se cocinan decisiones, el Ascenso afianzó su vínculo con el Gobierno. Como elemento distractivo, el designado para negociar los derechos televisivos con Turner y Fox fue Tinelli. “Lo mandaron a negociar algo que saben que es difícil, que tiene mil idas y vueltas, que lo va a desgastar y que probablemente nunca se concrete”, le dice a PERFIL un directivo.
Tinelli, que avisó que no está dispuesto a enfrentar a otra lista, en rigor porque sabe de antemano que ganarle al Ascenso es muy difícil, salió también a pedir que el Ejecutivo se retire del barro en el que están los dirigentes desde hace más de un año. “Tiene que haber un cambio importante en AFA. Y la política no tiene que estar más metida en el fútbol”, soltó.
Internas. Pero dentro del Ascenso también existe una disputa. Principalmente porque con la actual conformación electoral, donde de los 75 votos 45 corresponden a ese espacio (la FIFA avalará la asamblea compuesta de ese modo), el hueso está al alcance de la boca. En Ascenso Unido saben que su candidato, salvo un volantazo inesperado, podría ser el nuevo presidente de la AFA. Un premio demasiado importante como para no dar la disputa interna. En esa pelea intestina, por ahora con moderada, están Tapia; el vice de Chicago, Daniel Ferreiro, y el miembro del Comité de Regularización y ex titular del Consejo Federal, Pablo Toviggino.
Tapia tiene el aval, claro está, de su suegro, Hugo Moyano, que le garantiza respaldo político y también el apoyo de distintos funcionarios del Gobierno. Del otro lado, Ferreiro, la espada mediática del Ascenso en todo este año, subió escalones por eso: porque logró posicionarse como un hombre de peso y porque, también, tiene mejor recepción en algunos presidentes de Primera que no tienen relación con Tapia. Toviggino, por su parte, está fuera de la disputa porque por ser integrante de la comisión normalizadora no puede ser candidato. En la Casa Rosada, mientras, tienen algo clarísimo: cualquier nombre es preferible antes que Tinelli.
Sin acuerdo por la tv
La diferencia es abismal: 1.300 millones y diez años. Los clubes pretenden que Turner y Fox paguen 3.500 millones para quedarse con los derechos de televisación del fútbol argentino, pero las empresas ofrecieron, esta semana, 2.200. También insistieron con firmar un contrato por 15 años, cuando los presidentes, con Marcelo Tinelli a la cabeza, quieren firmar por cinco años. En este escenario de desacuerdos, y con un horizonte tan corto por las fiestas y el verano, muchos especulan qué puede llegar a pasar en febrero, cuando se reinicien los torneos. Algunos directivos hasta aventuran que el Gobierno, para salvar la situación, reflotaría el Fútbol para Todos seis meses más.