DEPORTES
ENTREVISTA A "EL MONO" NAVARRO MONTOYA

"No tengo fecha de vencimiento, estoy mejor que antes"

A los 40 años y flamante incorporación de Chicago, sigue dando que hablar. Dice que a sus colegas no se les enseña de técnica y que si a la edad que tiene sigue atajando es porque supo complementar técnica con experiencia. Ah, y que tiene nivel para estar en la Selección, aunque perdió toda esperanza de que lo convoquen por haberle ganado un juicio a la FIFA.

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NUEVO CICLO. EL Mono firm para Chicago luego de un corto paso por el Paranaense de Brasil. | Cedoc

“El otro día, el ‘loco’ Gatti dijo que soy el último mohicano, y tiene razón. A la mayoría de los arqueros no se les enseña la técnica. Se trabaja mucho en velocidad, en reflejos, y está bien, pero de técnica, poco y nada. Estamos dejando de lado la llave que abre la puerta del éxito.” Autorreferencial como siempre, apasionado si le mencionan su lugar en el mundo –“Me encanta estar en el arco, es mi herramienta de trabajo”, dirá–, Carlos Fernando Navarro Montoya empieza a vivir sus días en Nueva Chicago con sus ganas inmaculadas. De entrenarse, de estar en el debut en el Clausura ante Racing en Mataderos. Y de hablar, claro.

Sin documentos. “No tengo fecha de vencimiento, soy mucho mejor ahora que a los 25 años. La capacidad no tiene edad, un arquero de 18 puede ser tan eficiente como uno de 40. Es que cuando a esa capacidad le sumás experiencia, es lógico que tu nivel crezca”, reflexiona, mezclado con compañeros que saben más de él por verlo en videos que por haberlo enfrentado en una cancha.

Crítico, opina que el tiempo se llevó consigo los fundamentos de su puesto, esos que –pregona– patentó Amadeo Carrizo, continuó Gatti y heredó él: “No se ataja en puntas de pie, no se esperan los centros en una posición correcta y se busca pegarle alto y lejos en lugar de dar un buen pase”, analiza.

Estar en casa es muy bueno. El Mono se puso el buzo de Nueva Chicago cuando sus valijas ya estaban listas para partir hacia Chile, donde el Audax Italiano lo esperaba con la Copa Libertadores como atracción principal. Atrás había quedado una oferta
para jugar en la liga de Estados Unidos, en la que pronto recalará nada menos que David Beckham.

—¿La de Chicago fue la única oferta que tuviste para jugar en la Argentina?
—No, pero sí la más firme. Me estimula la convocatoria. Hay que estar dentro de estos clubes para darse cuenta de lo grandes que son. Esto me recuerda a lo que viví en Chacarita y en Gimnasia.

—No llegás con buen ritmo: en Atlético Paranaense, tu último club, jugaste sólo seis partidos en seis meses.
—Me sentí muy bien, pero tuve una lesión y no logré continuidad. Elegí volverme porque hasta abril se juega el campeonato estadual de Paraná, que no es competitivo.

—¿Te adaptaste al fútbol brasileño?
—Sí, era un buen desafío porque a los arqueros los ayudan poco; hay que estar siempre atento. El dilema de ellos es: “¿defiendo con dos o con tres?”. Los resultados lo marcan, un 0-0 es una rareza.

—¿Vale el lugar común “juegan como viven”?
—Es así, sienten el fútbol de otra manera: en un entrenamiento, un jugador hace una finta y todos la festejan, se abrazan. Los brasileños nunca perdieron su identidad, y así les fue a lo largo de la historia.

—¿En Argentina no hay una línea definida?
—Con Menotti en la Selección habíamos recuperado la identidad, pero después nos confundimos y creímos que para ganar valía hacer cualquier cosa. Creo que ahora estamos otra vez en el buen camino.

—¿Lo decís por Basile?
—Sí, Coco busca un equilibrio entre los jugadores locales y los de Europa, que no son necesariamente mejores. El pasaje no te pone un sello de calidad.

—¿A esta altura seguís esperando tener un lugar?
—Es difícil que me convoquen, porque a la FIFA no le gusta que le ganen en la Justicia ordinaria como hice yo.

—¿Creés que por eso nunca fuiste citado?
—No sé, quizá para la AFA no sea políticamente correcto que yo esté en la Selección. Pagué ese precio, porque nadie puede discutir que merecí un lugar en los últimos tres mundiales.