A los 19 o 20 años la mayoría de los adolecentes vive con sus padres, cursa una carrera universitaria, trabaja o está definiendo qué hacer de su vida. Ellos no, ellos ya viven solos, no van a la universidad y saben qué van a hacer por los próximos diez o 15 años: jugar al fútbol. Son cracks, son figuras en sus equipos y valen millones.