Qué gran final la del domingo pasado en Wimbledon. ¡Un partidazo! Intenso, vibrante. Cinco horas del mejor tenis, con grandes versiones de Djokovic y Federer. Y con un quinto set para la historia, que cerró con un insólito 13-12. Fue, además de memorable, histórico: nunca antes una final de Wimbledon había durado tanto tiempo. De todos modos, quedó lejos, muy lejos, del partido de tenis más largo de la historia. Ese sí que fue demoledor. Lo jugaron John Isner y Nicolas Mahut hace nueve años. También fue en Wimbledon, y seguramente hubiera inspirado al Gordo Soriano para que escribiera El set más largo del mundo.
El partido empezó el 22 de junio de 2010 y terminó dos días después. En la primera jornada disputaron cuatro sets y se suspendió por falta de luz. Quedaba el quinto, el definitorio. Con un solo set en juego, se suponía que en la reanudación se iba a resolver. Nada de eso: la segunda fecha se volvió a postergar cuando iban 59-59. El partido recién lo terminaron en el tercer día, cuando Isner se quedó con el set interminable. ¿A cuánto cerró? ¡70-68! Los jugadores, por supuesto, terminaron agotados. Se necesitaron 14 jueces de línea y cuatro grupos de 28 alcanza pelotas que se fueron rotando durante las tres jornadas. De todos modos, el auténtico héroe en este lío no fue Isner. Ni siquiera Mahut, que después de semejante maratón se quedó con las manos vacías. El tipo al que la historia debería reivindicar se llama Mohamed Lahyani y es el umpire que se bancó las 11 horas, 6 minutos y 23 segundos que duró el partido sentadito en su silla como un señor.
Lahyani es un árbitro de silla atípico, que se suele salir del protocolo en un deporte con mucho protocolo. En el US Open del año pasado, por ejemplo, protagonizó un episodio muy curioso. Pasó así: el australiano Nick Kyrgios tenía una mala tarde, pésima tarde, ante el francés Pierre-Hughes Herbert: había perdido el primer set, no podía remontar en el segundo y tenía el ánimo por el suelo, entonces el umpire decidió darle una mano. Kyrgios, sentado en su silla, parecía que no quería seguir adelante, que tenía toda la intención de abandonar el partido, entonces Lahyani bajó de su trono arbitral y lo arengó. Así, en modo entrenador, le dijo: “¡Vamos, este no eres tú!”, “tu mejor tenis todavía no apareció”, “eres bueno” y otras frases que le devolvieron la confianza. Para Kyrgios fue decisivo: después de esos mensajes de motivación exprés dio vuelta el partido y lo ganó. Pierre-Hughes Herbert se quejó de la parcialidad del árbitro, pero ya era tarde.
El acting de Lahyani es, en realidad, parte de su estilo. Pronuncia los puntos de manera graciosa para entretener al público. “Fifteeeen”, lanza, y provoca carcajadas. Su nombre no es uno más del circuito. Entre tanto juez anónimo, la gente lo reconoce. Firma autógrafos y posa para selfies. Y los jugadores lo respetan. Un árbitro de silla excéntrico que rompió el molde.