Triste. Deprimido. Decidido a no jugar contra Lanús. Así, cuentan testigos, llegó Ariel Ortega al Monumental el viernes a la noche. Y así se fue, menos de dos horas después. En el medio mantuvo una charla con Matías Almeyda y otra con Leo Astrada, que intentaron convencerlo. Fue en vano; el Burrito tenía el ánimo a la altura de su nivel en los últimos partidos: por el piso.
¿Otra vez? Los dirigentes de River consultados por este diario coincidieron en que, esta vez, no se trató de un nuevo episodio vinculado a la adicción al alcohol que arrastra Ortega. Para fundamentarlo, remarcan que el jugador ingresó a la concentración a las 23.30, la hora señalada. Pero otra fuente, cercana al plantel, indicó lo contrario. O en otras palabras, que no hay nada nuevo: que si bien Ortega no llegó alcoholizado ni tarde, su bajón anímico es una consecuencia directa de su enfermedad.
La charla del delantero con Astrada fue la más larga de la larga noche. En esa conversación, el DT decidió cumplir con el pedido del jujeño de no quedar concentrado. No tenía sentido contradecirlo: Ortega desnudó su tristeza y pidió tiempo para reflexionar. Un allegado suyo, incluso, comentó que Ortega pidió reunirse el lunes con José María Aguilar, el dirigente que más relación tiene con el futbolista.