Argentina tiene cuatro representantes en el Fifagate. La lista no termina en Alejandro Burzaco y Hugo y Mariano Jinkis. José Lázaro Margulies, presentado ante la opinión pública como brasileño, también es argentino. La Justicia de Estados Unidos lo investiga por su supuesta participación en el pago de coimas a dirigentes de Conmebol y Concacaf.
Margulies no fue arrestado. Está de vacaciones en Alemania. Jura que se enteró de la denuncia por llamados telefónicos y portales de internet. Asegura que si lo citan, no tiene problema en presentarse porque es inocente. Todo eso lo dice en un portuñol que tiene más de español que de portugués. En una entrevista radial, llegó a contestar que no entendía una pregunta. Margulies, de brasileño, sólo tiene la nacionalidad.
Nació en Buenos Aires en 1940. Exiliados de Polonia, sus padres, Jaime y Clara Lázaro, habían llegado a Argentina en la década del 30 con Marcos, su único hijo hasta entonces. Marcos fue quien metería a José en el negocio de las transmisiones. Periodista deportivo, Marcos trabajó en Radio Rivadavia y Splendid. En 1963 conoció a unos brasileños que lo llevaron a trabajar a San Pablo.
Marcos, casado con Elisa Margulies –de ahí sale el apellido que adoptó José–, se fue a probar suerte. Le iba bien, hasta que conoció a una pareja de patinadores artísticos. Y le fue mejor. Empezó a armarles espectáculos que eran muy exitosos, y decidió cambiar: se metió en el mundo de la representación. Manejó, en sus etapas de mayor éxito, a Roberto Carlos y Chico Buarque. Como la empresa funcionaba, se llevó a su hermano José a trabajar a Brasil. Hace cincuenta años que José vive en Brasil.
Showmar, la empresa que conducían, fue un monstruo. Llevaron a Tony Bennett a Brasil y armaron el recital de Queen en el Morumbí, en 1981. Seis años más tarde, con el desarrollo de la industria discográfica, buscaron un nuevo negocio. Lo encontraron en las transmisiones deportivas. “Es que el negocio cambió”, decía Marcos, la cara conocida: José generaba los lazos comerciales.
Arrancaron con los derechos de la Supercopa y Copa América. En 1993 se juntaron con José Hawilla, dueño de Traffic, también involucrado en la causa FIFA. Armaron un vínculo perfecto: Hawilla les compraba los derechos a las confederaciones y se los daba a José Lázaro para que negociara con los canales de TV.
Marcos Lázaro murió en 2003, pero la sociedad entre su hermano y Hawilla se afianzó. José, a través de Valente Corp y Somerton Ltd, sus empresas de marketing deportivo, se convirtió en una pieza clave en el engranaje de Traffic. Sin embargo, hace un tiempo dejaron de trabajar juntos. No explicó por qué, pero sí dijo que la última vez que vio a Hawilla fue en 2014. Hawilla, en el caso FIFA, se declaró culpable.
Margulies se desliga del escándalo. Dice que está afuera de Traffic, y que la empresa no maneja derechos desde la Copa América 2011. Se sostiene en que “no negociaba con las confederaciones, sino con las emisoras”. Pero la Justicia norteamericana no cree lo mismo: lo acusa de facilitar pagos de coimas a través de cuentas norteamericanas, de controlar a un grupo de intermediarios que arreglaban los sobornos, y darle dinero para sobornos a Datisa, la empresa que componían Torneos, Traffic y Full Play.
Todavía pasea libre por Berlín. Tiene una fecha marcada en el almanaque: el 6 de junio. Ese día quiere ir a ver jugar a Lionel Messi y Carlos Tevez, sus compatriotas.