El modelo se agotó. O eso parece. Pasaron muchos años: diez, tal vez más. Fue, debe reconocerse, un modelo ejemplar, que marcó una manera diferente de hacer las cosas y logró poner en un lugar de privilegio a los menos poderosos. Pero este 2015 lo muestra debilitado, marchito. Se podría especular con un razonable desgaste o sospechar que al final lo absorbió el sistema. Vaya uno a saber. La explicación, en definitiva, no se resume en una sola causa. La única verdad, diría alguien, es la realidad: Vélez y Lanús, aquellos clubes que hasta no hace mucho eran señalados como prototipos de prolijidad y crecimiento, ya no son
lo que eran.
La tabla de posiciones de este torneo que ya termina es como una foto que ilustra el presente de Vélez y Lanús. Para encontrar al equipo de Liniers es más rápido empezar por abajo: está en la 24ª posición. El Granate aparece en el decimocuarto lugar, apenas un poco más acomodado. Lo que sorprende es que son espacios poco habituales para estos dos clubes. Tal vez sea apresurado hablar de decadencia, pero sí es claro que durante este año las dos instituciones se corrieron de ese modelo de eficacia que las definía. Aunque en el Fortín es donde más se evidencia ese contraste.
En Liniers. Entre 2009 y 2012 Vélez ganó dos torneos, salió dos veces subcampeón y nunca terminó debajo del noveno puesto. Fue protagonista de cada competencia. Mientras San Lorenzo jugaba la Promoción y River e Independiente descendían, el club de Liniers se ubicaba como una alternativa eficaz y prolija. Vélez se nutría con jugadores de las inferiores, y rendían. Los conflictos con las barras bravas eran un problema de los otros. Y los número cerraban. Cada vez que la crisis arrasaba a algún club, se contraponía con Vélez. Pero aquella escuela de conducta que se impuso a mediados de los 90 no fue eterna.
Hace dos semanas, todavía afectado por la derrota ante Nueva Chicago, Fabián Cubero destapó un conflicto. El defensor, de 36 años, acusó a los juveniles del equipo: “No hicieron ninguna adaptación previa al plantel de Primera. La responsabilidad que deben tener no la tienen. Llegan tarde, son maleducados. Algunos se relajan porque no tienen competencia”. Con la salida de Hernán Pellerano y Mariano Pavone a mitad de año, Vélez perdió referentes y no hubo más alternativa que apostar por los pibes. La apuesta, según Cubero, no rindió: “El técnico no tuvo otra alternativa que ponerlos. Se veía venir que iba a
ocurrir esto”.
En paralelo a los resultados flojos aparecieron los barras. En abril de 2013, un integrante de La Pandilla apareció muerto a golpes dentro de la herrería del club. Los restos de Diego Bogado, de 36 años, fueron encontrados 12 horas después de un partido que Vélez jugó por la Copa Libertadores. Esa sombra temerosa que saqueaba al resto de los clubes empezó a hacer pie en Liniers. Faltaba, como señala el manual de barras, un buen apriete al plantel. Y ocurrió hace apenas un mes, después de la derrota ante Estudiantes.
Seis barras entraron a la Villa Olímpica, donde se entrenaban los jugadores, para reclamarles “más compromiso”. Se la agarraron con los juveniles, y liberaron del reclamo al cuerpo técnico encabezado por Miguel Angel Russo. El entrenador, de todos modos, tenía las fechas contadas.
A última hora de este jueves, Russo anunció que había decidido abandonar el club cuando se disputen las dos fechas que faltan para que termine el torneo. El técnico se había hecho cargo del plantel a principio de temporada. Llegó para reemplazar al Turu Flores por los malos resultados. Se fue por el mismo motivo. “El panorama es complicado porque las incorporaciones están restringidas por lo económico”, graficó ayer el DT. Campañas flojas, técnicos que se van, barras, limitaciones económicas. El modelo Vélez sigue en caída libre.
En el Sur. La situación de Lanús no es tan drástica como la de Vélez, pero de todos modos se despega de esos años de crecimiento sostenido, con el título local y la Copa Sudamericana, con tribunas en paz y pibes de las inferiores que se vendían en dólares.
Que la prohibición de que asistan hinchas visitantes a las canchas que rige desde junio de 2013 haya nacido a partir del asesinato de un barra de Lanús es todo un síntoma. Y no fue un episodio aislado. Un año antes, dos facciones se habían cruzado antes de un partido con All Boys, hubo disparos y un muerto. Todo ocurrió en la entrada principal del estadio, en Guidi y Arias, una esquina simbólica. Y a fines de 2014, en otro ajuste de cuentas, asesinaron a otro barra.
Sobre el filo de este torneo, cuando el Grana cierra una campaña con altibajos y hay dudas sobre si el técnico, Guillermo Barros Schelotto, renueva su contrato, el balance marca un rojo preocupante. A la campaña de mitad de tabla se le suman dos sacudones todavía tibios: la eliminación de la Copa Argentina y la de la Sudamericana. Y en Lanús, se sabe, están acostumbrados
a más.