Sin ideas, sin fútbol y sin puntería. Así fue la noche de Independiente, que no pudo pasar del empate en cero ante un Argentinos que jugó prácticamente todo el segundo tiempo con un hombre menos y volvió a quedar en deuda en su estadio. Blanco de mente. Así quedó el Rojo en Avellaneda.
El estadio tuvo una panorámica del partido muy clara desde el comienzo. La visita girando alrededor de un Ledesma que hizo y deshizo a placer y que, como de costumbre, siempre le dio la pelota a un compañero. Ese hecho tan sencillo pero inusual hizo que los de La Paternal implantaran condiciones pese a sus múltiples limitaciones.
Lo que ayudó a la visita a no sufrir fue la indefinición de Independiente. Lo único que tuvo claro el local fue su desconcierto. Es que sin el uruguayo Diego Rodríguez, el Rojo perdió solidez porque Méndez nunca fue eje y Mancuello sufrió no tener un socio.
Sin la idea clara el primer tiempo fue un manojo de voluntades que tuvo como resumen el “movete Rojo movete” que entonó la hinchada en el epílogo. La sensación que dejaron los de Almirón fue que a pesar de irse en cero, el saldo de su juego quedó en negativo. Lo único positivo fue el debut de Victorino en el fondo.
El complemento cambió por la expulsión de Matricardi, que hizo que la visita se preocupara más por retroceder que por atacar. Pero Independiente, a pesar del ingreso de Benítez por Papa, no supo descifrar el jeroglífico visitante. Argentinos achicó para atrás y le cedió la pelota a un equipo sin ideas. Almirón sacó a Pisano y puso a Valencia buscando el como sea. Y en ese como sea Mancuello se puso el equipo al hombro. Las manos de Ojeda fueron el bastión inexpugnable de una noche que terminó siendo negra y que tuvo al Rojo con la mente en blanco.
