"Mientras se clasifique al Mundial, está todo bien. No importa cómo", dijo esta semana Julio Grondona en charla radial con Luis Majul. Y puede ser que para muchos sea así. El problema es que el presidente de la AFA piense de ese modo. Es decir, que alguien con la responsabilidad que él tiene minimice o intente encubrir algunos datos de la realidad que demuestran que, de continuarse en este camino, la Selección corre serios riesgos de no clasificarse para Sudáfrica 2010.
Sí: por más apocalíptico o aventurado que suene, no es en absoluto descabellado imaginar que el equipo de Basile termine quinto en la tabla de eliminatorias y tenga que jugar un repechaje como en el anterior ciclo del DT al frente de la Albiceleste, o incluso que quede aún más abajo y por ende afuera del Mundial como sólo en 1969 le pasó a Argentina al cabo de una serie eliminatoria.
A ello podrían terminar conduciendo claramente problemas y resultados que, a esta altura, más que con cuestiones meramente tácticas o con el nivel de juego de los futbolistas pueden asociarse claramente a situaciones de una gravedad mucho mayor, que tornan imprescindible la necesidad de dar un fuerte volantazo en lo que a la conducción del equipo respecta.
No hacía falta que Argentina perdiera contra Chile por primera vez en la historia en un partido oficial, de hecho, para advertir el peligro que representan el miedo y el desconcierto que vienen caracterizando al entrenador y por ende al equipo, nuevamente víctima en Santiago de esa manía por juntar volantes defensivos que -a la vejez, viruela- deja al descubierto a un Basile mucho más temeroso, confundido y falto de carácter que el de otros tiempos no lejanos.
Esa "nueva personalidad" del entrenador, sobre la que se advirtiera en este sitio tras el partido contra Perú, es sin dudas, incluso por encima de las pocas chances para trabajar con el plantel antes de los partidos -y del tradicional rechazo del DT a hacerlo-, la verdadera gran contra que hace aventurar momentos aún más oprobiosos que el de ayer. En definitiva, si porque no puede jugar Riquelme tiene que hacerlo Ledesma (volante defensivo), el equipo está en problemas. Y graves.
¿No hay, acaso, otro volante ofensivo que pueda cumplir una función similar a la del jugador de Boca? ¿Debe ser una ausencia así motivo para recurrir a un esquema de "triple cinco", con Mascherano, Ledesma y Cambiasso repartiéndose una función que antaño -y en la gran mayoría de los equipos dirigidos por el Coco- cumpliera un solo jugador? La respuesta se cae de maduro. Especialmente, al notar cómo ello sólo deriva en dos cosas: confusión e improductividad.
Cuando a poco de empezado el partido Basile se muestra disconforme con lo que Mascherano viene haciendo y le ordena trocar posiciones con Ledesma, justamente, no hace más que denunciar ese desconcierto al que su propia elección de jugadores condena al equipo. No por los jugadores en sí, sino por lo contra natura de esta acumulación de volantes que se anulan a sí mismos y sólo terminan "volanteando"; es decir, sin atacar, defender ni generar por ende nada productivo.
Así, faltos de esa compañía que deben recibir especialmente por las bandas desde el mediocampo a la hora de generar juego ofensivo, será siempre muy difícil que Messi, Agüero o quien sea pueda arreglárselas bien contra defensas ampliamente superiores en número. Y, por lo tanto, muy injusto caerles a ellos por el hecho de no mostrar las mismas condiciones que evidencian en Europa, obviamente con otro tipo de acompañamiento.
El problema, en definitiva, no pasa por Riquelme sí o Riquelme no, o porque Messi y Agüero no rindan como en España. Pasa por saber -y demostrar- a qué debe jugar Argentina para aprovechar su historia y las condiciones de sus futbolistas. Porque la tónica del equipo esté marcada por la calidad de sus delanteros y volantes ofensivos, y no por las piernas incansables de Mascherano. Que para eso es Argentina.
Quien esto escribe advirtió ya hace varios meses lo grave de que la Selección no sepa a qué juega y no respete esa identidad enraizada en lo más hondo de su historia. Por entonces, claro, la clasificación no parecía en problemas. Pero el problema, aunque muchos no lo veían, ya estaba allí. ¿Podrán verlo y corregirlo a tiempo quienes tienen la responsabilidad de hacerlo? Mmmmmm...
(*) Redactor de Perfil.com