"Renovarse es vivir", habrá pensado Aníbal Fernández luego de la reciente renuncia de Javier Castrilli a la Subsecretaría de Seguridad en Espectáculos Futbolísticos. Lo cierto es que, lejos de la imagen dura del Sheriff, el Ministro designó al frente de ese organismo a alguien que, aparte de responderle a pie juntillas, debió habituarse tiempo atrás a convivir con barrabravas.
Se trata de Pablo Paladino, quien, como buen yerno del otrora jefe de prensa del menemismo Hugo Toledo (ex ministro de Obras Públicas e incondicional aliado de Eduardo Duhalde), integró las filas del duhaldismo hasta que, con la llegada de los Kirchner al poder, comenzó a revistar bajo el ala protectora del hoy titular de la cartera de Justicia y Seguridad.
Fue esa cercanía con Aníbal F, justamente, lo que, sumado a su experiencia como dirigente de fútbol en el club Los Andes, convirtió a Paladino en candidato ideal para suceder a Castrilli casi ni bien se produjo la renuncia del ex árbitro, que el Gobierno esperaba -e inducía- desde hace ya un buen tiempo para colocar un hombre de su riñón al frente de la SubSEF.
Lo cierto es que, si bien recién fue designado oficialmente para el cargo este jueves mediante un decreto que llevó la firma de la Presidenta, el Jefe de Gabinete y el propio ministro de Justicia, el hombre ya era número puesto para el cargo desde mucho antes. Y no sólo por esa fidelidad absoluta a los Kirchner que demostró claramente el año pasado, intentando sin éxito destronar al duhaldista Jorge Rossi en las elecciones a intendente de Lomas de Zamora.
El mismo día en que se produjo la dimisión de Castrilli, de hecho, ya Aníbal Fernández había anunciado su decisión de contar en la SubSEF con alguien "de bajo perfil", que tuviera una relación no tan conflictiva como la que, emulando sus épocas de juez polémico, el Sheriff mantuvo con los clubes en sus cinco años de gestión al frente del organismo.
Por ese motivo, no fue nada extraño que el ministro pensara -o viniera pensando desde mucho antes- en Paladino, quien, como Fernández mismo en Quilmes, debió convivir a diario en Los Andes con una realidad en la que, lejos de ser raleados del modo en que correspondería, los barrabravas son amos y señores que gozan de todo tipo de prebendas.
En el club de Lomas, el hoy funcionario "K" llegó a ser vicepresidente allá por el año 2000, cuando la entidad vivía un momento de euforia luego de ascender a Primera por tercera y última vez en su historia. Ni siquiera el hecho de tener como presidente al ex juez en lo penal Hugo Van Schilt, sin embargo, impidió que la institución, que rápidamente volvería a la B Nacional, fuera entonces frecuentemente noticia por hechos de violencia.
Fue por aquellas épocas, justamente, en que sufrieron distintos tipos de agresiones físicas por parte de la barra del club un técnico, un dirigente y Germán Denis, el actual delantero del Nápoli de Italia y la Selección que en esa temporada 2000/01 hacía sus primeras armas en la división superior.
Lejos de terminar con ese accionar, aquella dirigencia a la que pertenecía Paladino nada pudo hacer para evitar que el mal siguiera propagándose. Por el contrario, los violentos cobraron cada vez más preeminencia en Los Andes, al punto de copar el predio de Villa Albertina donde entrenan las inferiores del club.
Por si eso fuera poco, según dicen por Lomas los barras llegaron a tener entre cuatro y cinco micros gratis para sus traslados al Interior, a recibir carnets especiales para su ingreso al estadio e incluso a contar con una provisión de hamburguesas y gaseosas en el entretiempo de los partidos.
"Para ser dirigente, en Los Andes tenés que estar dispuesto a transar, a negociar con la barra", aseguran quienes saben de la interna del club lomense. ¿Será el caso de Paladino? Por el bien del fútbol, ojalá que no.