Hay partidos que empiezan de atrás para adelante. Porque a la épica la escriben los finales. Los finales y la dificultad. Con más de 70 minutos jugados, el partido contra Grecia parecía una tragedia. Oscuro como la noche, testeaba la perseverancia. La paciencia se cocinó sobre las brasas de un mediocampo argentino que supo adueñarse de la pelota frente a una defensa griega que no dejaba rendijas. Y un rival tan mezquino con el juego propio obligaba a cambiar el guión con la novela empezada. Parecía que estos expertos en mitología, habían descubierto el talón de Aquiles frenándolo a Messi. También contaban con la envidia de los dioses a aquéllos que osan desafiarlos. Pero no contaban con algo tan argentino como Clemente ni con algo tan porteño como Palermo. Tampoco entendían bien qué puede hacer un defensor como Demichelis en el área rival, porque después de todo, son un equipo de defensores y al área contraria la visitan poco. Para colmo, ellos que inventaron el oráculo, esta vez no tenían a la Bruja.