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en tucuman

River lo dejo escapar

Empato 1 a 1 con Atletico y con la victoria de Boca quedo segundo. Enojos con el arbitro Loustau por algunos fallos. Gallardo sigue sin poder festejar en el torneo argentino.

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Caidos. El equipo se retiran del estadio José Fierro, de Tucumán, tras un final impensado. | telam

En noventa y pico de minutos la alegría puede convertirse en tristeza, y la multitud en soledad. El partido principal puede, casi de repente, transformarse en un partido secundario. Al menos secundario por cómo terminó: River iba a festejar su título a Tucumán, pero se fue de esa provincia como nunca imaginó: subcampeón de su archirrival, sin el título que la falta a este exitoso ciclo de Marcelo Gallardo al frente del equipo.  

Fue todo variando. Porque hubo un momento, al comienzo, en que todo terminaba en un desempate. Lo que casi nadie creía en la semana, de repente, era una realidad. Al menos, una realidad temporaria: Toledo había saltado más alto que todos los defensores de River (o de Martínez Quarta), se había aprovechado de una mala salida de Armani tras un córner por derecha y había hecho festejar a todo el estadio tucumano. A 1250 kilómetros de ese lugar, en la Bombonera, no pasaba nada. River perdía, Boca empataba y el morbo crecía.

Pero como el fútbol es –Dante Panzeri dixit– la dinámica de lo impensado, ese escenario cambió. Duró, en rigor, 16 minutos. Una eternidad para los hinchas de River, que ese rato vieron toda una película con mil finales distintos. Una eternidad para los hinchas de Boca, que querían que su equipo hiciera un gol para al menos cumplir con su mandato. Pero casi nada para los tucumanos y tucumanas que festejaban y cantaban.

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¿Por qué cambió? Básicamente, porque cambió River. El equipo de Gallardo había empezado atado, pero soltó a Casco y a Montiel y eso le permitió llegar con más facilidad. De hecho, el gol vino por esa vía: Suárez pivoteó, se la dio a De la Cruz, éste la abrió para Casco y Casco tiró un centro preciso que Suárez anticipó. El delantero la empezó y la terminó. Gol. Silencio en Tucumán. Murmullo en la Bombonera. Y gritos en casas, departamentos, bares y clubes en todo el país: River, otra vez, quedaba en la cima del torneo.  

¿Qué pasaba en el campo de la Bombonera? Nada. Al menos nada relevante para Gallardo y sus ayudantes, que recibían información precisa y corta sobre lo que sucedía a través de mensajes al oído. Así, por ejemplo, recibió una información que al principio del partido lo enojó: porque Rafael Santos Borré había hecho un gol, pero el línea lo anuló mal. Eso le llegó a Gallardo, que se lo transmitió a Patricio Loustau.

Si en el primer tiempo los nervios se percibían hasta por televisión, en el segundo, eso se recrudeció. El partido entró en un mar de nervios, las jugadas de peligro tenían menos elaboración, y cuando River se acercaba, Jonathan Cabral se encargaba de salvar casi siempre de manera heroica. Pasó en el primer tiempo y en el segundo. Y en el segundo, casi al mismo tiempo en que Cabral evitaba el gol del triunfo millonario, llegaba la noticia del gol de Tévez en la Bombonera. Tucumán pasaba a segundo plano. O no: porque el partido que podía mover el amperímetro era el de River-Atlético. River buscó con desesperación. Con lo que tenía. Gallardo puso a Scocco y a Pratto. Estuvo cerca, pero no lo logró. Y River terminó así, sin lograr lo que había ido a buscar: esa felicidad que le falta en el torneo argentino.