Ronaldinho baila, baila y baila. Son las 5:15 de la madrugada en Castelldefels y el futbolista está lejos de dar por acabada su noche de fiesta. A unos 1.400 kilómetros sus compañeros de equipo duermen: al día siguiente deben enfrentarse al Manchester United, el partido que terminó con derrota y puso fin al proyecto que el brasileño alguna vez lideró. A esa hora de la madrugada el "crack" brasileño ya se despojó de su camisa blanca, y baila "reggaeton" con bellas mujeres en la discoteca "Sandunguita", en la que es el centro de atención en una noche con claro carácter brasileño en la localidad sobre el Mediterráneo, ubicada unos pocos kilómetros al sur de Barcelona.
Siete horas antes, a eso de las 22:30, Ronaldinho cena con seis amigos en el "Casanova Beach Club", restaurante y pub de reciente inauguración en el Paseo Marítimo de Castelldefels. La elegante terraza con vistas al mar está cerrada en la fresca noche del lunes 28 de abril. En el interior sólo hay una mesa ocupada, además de la del futbolista, que disfruta de un rodizio brasileño con chuletas de cerdo, vacío y picanha ("picanya", según catalaniza el restaurante).
De postre, un suculento buffet de tartas. El rodizio sustituyó esta vez a la habitual pasta y pizza del cercano "Casanova", restaurante propiedad del italiano Mimo, dueño también del "Casanova Beach Club", además de amigo y protector del brasileño. El nuevo local no dispone aún de esa "impronta Ronaldinho" del "Casanova". Mimo reservó en la acogedora pizzería un lugar de preferencia para el brasileño, que suele acudir de noche acompañado de amigas, familia o con su habitual grupo.
Lo que más destaca en "Casanova" es "El rincón del Crack", una esquina del local en la que se sientan siempre Ronaldinho y compañía para degustar spaghetti carbonara y entrecotte. De beber, "clara" (cerveza con limón). A veces, vino. Muchas noches invita la casa. ¿Propina? A veces 12 euros. A veces, nada.
Si por algo destaca el "rincón" es por su mural. En él aparece pintada la figura del delantero vestido de azulgrana, con los brazos extendidos en cruz sobre la ciudad de Barcelona, a modo de Cristo del Corcovado en Río de Janeiro. Un Cristo redentor que parece haber perdido su aura. "Es siempre muy atento con los clientes que se acercan, sobre todo con los niños", comentan a la agencia de noticias dpa empleados del local.
Ronaldinho firma cuantas camisetas azulgrana haga falta. Y así lo demuestra la noche del lunes. Un padre y su hija, con una camiseta azul turquesa, la segunda del equipo, entran al "Casanova Beach Club", y Ronaldinho atiende a la niña con una sonrisa. El delantero y compañía abandonan el "Casanova Beach Club" y llegan al "Sandunguita" a la 1:15. Hoy dejaron el "Hummer" en casa y se mueven en dos Range Rover. Todos lo esperan.
Es lunes y hay fiesta brasileña en el local, un reducto caribeño de Port Ginesta, cerca de Castelldefels, un pueblo sin "glamour" en el que vive el jugador. Reparte besos y abrazos. Sobre todo, besos. Todos lo conocen, y los que no, buscan conocerlo. Pide cerveza, y todos los presentes, muchos brasileños, posan su mirada en su figura alta, musculosa, con cinta oscura en el pelo, camisa y camiseta interior de tirantes blancas, jeans y zapatillas blancas. A las 2:00 sus amigos afinan voces e instrumentos. El "reggaeton" y la "Umbrella" dejan paso a la samba y el funk en directo. Ronaldinho canta, toca los timbales y la pandereta. Y baila, baila sin parar. Invita a cervezas. Y baila. Hasta media en una pelea. No quiere que nadie le arruine la "noite mais linda". Baila sin rastro de la lesión de aductor que le impide dormir a esa hora junto a sus compañeros en Manchester.
En lo futbolístico fue un buen día para Ronaldinho, ya que por la mañana volvió a correr sobre el césped tras semanas sin hacerlo. Sobre la pista tiene buen movimiento de cadera y de cintura, algo que bien recuerdan muchos defensas. A las 4:00 suena el célebre "Más que nada", se acaba la música brasileña y empieza otra vez el "reggaeton" por "culpa" del D.J. Y la noche sigue. Es tiempo de quitarse la camisa. Con su camiseta de tirantes blanca, el brasileño, rodeado de bellas mujeres, demuestra todo su arte como bailarín. "Cierra a las cinco", dicen. Pero pasada esa hora la "Sandunguilla" sigue abierta, y Ronaldinho, bien acompañado, muestra la sonrisa que hace tiempo no enseña en las canchas.