En conferencia de prensa al final del partido, un periodista levanta la mano. Sarlanga lo mira y, asintiendo con la cabeza, da el permiso correspondiente. El periodista entonces pregunta:
—“¿Por qué no lo sacás, Sarlanga?” fue lo que más se escuchó hoy en la tribuna cuando se comentaba la actuación de Barolonte.
—¿Usted de qué medio es?
—De El Rotativo Radial del Fútbol.
—Vea. Usted y El Rotativo de la Chota se pueden ir bien a la mierda. El DT soy yo. Sarlanga soy yo. Y si a Barolonte no lo saqué es asunto mío.
—Pero convengamos que Barolonte no tuvo una buena tarde. Hizo dos goles en contra en los primeros quince.
—Es cierto. Y yo vi que lo insultaban y le tiraban naranjas, pilas de celular y hasta un extractor de aire que no sé de dónde sacaron. Pero resulta que Barolonte viene teniendo una carrera muy buena. Es joven. Y le vienen dando manija. Mucho elogio adelantado. Mucha adulación. Entonces me pareció bien que pasara por ese momento. Para que sepa lo que es el rechazo y la desaprobación. Que se fortalezca en el infortunio. En la adversidad. Criarse entre muestras constantes de aprobación no es bueno. Cuando al final del partido sufrió una conmoción cerebral por una garrafa que le pegó en la frente, le dije: “Esto de hoy te hace mejor persona. Más adelante lo vas a poder ver”. Ahora me dicen que está en una guardia recuperándose. Entonces valió la pena. Hice bien en no sacarlo.
—Ya en la anterior fecha usted cambió a un jugador de su posición habitual…
—¿De qué medio es usted?
—De La Voz del Pueblo.
—Vea. Usted y La voz de la Chota de tu Hermana se pueden ir bien a la mierda. Yo soy el técnico. Yo dispongo. Usted se refiere a Brian Gamarra. Un wing izquierdo hábil. Usted lo vio. Flaquito, chiquito. Se lo ve frágil. Le cuento que además es bastante pelotudo. En el entrenamiento lo escuché decir boludeces sobre Tampone, el arquero. Así que al partido siguiente, lo mandé al arco. De una. ¿Así que sos wing? Te pongo de arquero. Le hicieron cuatro goles. Lo mandé a atajar sin guantes. Se quebró un dedo. O dos. No me importa. El tabique nasal también cuando ligó un codazo en un córner. Tuvo el desprendimiento de ambas retinas, dada la forma en que le saltaron los ojos cuando le metieron de tiro libre un pelotazo en los huevos. ¿A usted le parece que ahora va a andar hablando idioteces de un arquero? Eso es una enseñanza de vida. Saber que cada uno cumple un rol. “Cada uno en su rol, lima y overol”, me decían a mí en el colegio industrial. Ese muchacho, ahora, es mejor persona.
—Lo que pasa es que muchas veces sus decisiones son polémicas…
—Polémica es la chota que en la bañadera se hincha y flota. ¿Me va a venir con la historia de que dejé que el equipo una noche se fuera de la concentración? Es cierto. Les dije que si querían salir de joda y ponerse en pedo… que lo hicieran. Era la noche antes del partido. ¿Y qué? 7 a 1 perdimos. Cinco goles entraron por Sarmezano, al que lo hice jugar con un cólico hepático por la monstruosa ingesta de vodka de la noche anterior. Si no fuera porque se metió la hinchada, un grupo de vitalicios casi lo viola a la salida. Ya lo tenían en bolas. Ese aprende. Es mejor persona hoy. Ahora sabe lo que es la responsabilidad frente un compromiso, en este caso un partido de fútbol. Con el fútbol también se aprende para la vida.
—A Saratiegui hoy se lo vio nervioso…
—La chota es nerviosa. Y si las bolas fueran alas, sería mariposa. Escuchemé. Ese pibe Saratiegui anda en la joda. De vez en cuando se da un saque. Me decía “Yo la manejo a la situación”. ¿Ah, sí? Le planté una noche 50 gramos de merca. No mucho. Los dejé en la casa de la madre y después llamé a la cana. La vieja quedó detenida e incomunicada. “¿Viste que no manejabas la situación? ¿Estás nervioso por tu mamá en cana? Me la soba. Ahora entrá y jugá”, le dije. Lo mismo que cuando los obligué a todos a pegarle a Donatti porque le hicieron un caño. Primera vez que se expulsa a tres jugadores por faulear a uno del mismo equipo. O cuando lo hice jugar a Sampietro con un vidrio roto en el botín. Y Carcasio también aprendió cuando lo encerré cuatro horas en un locker del vestuario con dos gallos de riña. Porque el fútbol es para aprender sobre la vida…
—Entonces lo que se comenta sobre…
—Lo que se comenta sobre tu cola es que está bien rota porque yo ahí estacioné mi chota… Vea. Llegamos a la final el año pasado con el equipo con un gran estado de ánimo. Totalmente concentrado en ganar y lograr el campeonato. Acariciar la gloria. Todo muy lindo. Pero… ¿qué era lo que íbamos a tener después? Un grupo de imbéciles creídos, todos con camionetas 4x4 que se iban a comprar con los premios. Idiotas engreídos y soberbios. Así que de una, cuando vi lo que se venía, fui a ver al árbitro Carlos Comisura y hablé con él. Un señor, un caballero. Gustoso aceptó cincuenta lucas para que nos bombeara en contra. Me metí en el vestuario de nuestros rivales y les conté nuestra táctica y nuestros puntos débiles, por dónde podían entrarnos. Y les dije que nos molieran a patadas. Que perpetraran una masacre. Porque si quebraban a uno de entrada, cosa que hicieron, no iba a haber expulsiones ni nada. ¿Cuál fue el resultado? Nos aplastaron. Y cuando en el micro de vuelta los vi tristes y desilusionados, con esa conciencia que sólo da la derrota… la verdad… me sentí bien. Porque supe que les saqué una alegría pero les dejé una enseñanza: la vida está llena de traidores que no vemos, la vida no es un campeonato, la vida es dura… la vida es una gran hija de puta. ¡Tremenda hija de puta es la vida! Y para eso existo yo, para eso Dios me puso sobre la tierra. Soy un ángel del Señor dentro del cuerpo de un director técnico. Soy el Señor hecho DT. Mi misión es que mis jugadores, porque son míos, sean mejores personas. Porque si el fútbol existe, si el Señor lo hizo para algo, es para eso. Lo demás es engaño y carne de vanidad. Y yo estoy acá para decir: el jugador, cual Cristo, se hará grande después de atravesar ese desierto donde no hay agua y sólo se encuentra dolor y sufrimiento. ¿Alguna otra pregunta? ¿No hay? Bueno, me voy.