No suena descabellado pensar que cuando designó a Diego Maradona como entrenador de la Selección Nacional, la AFA se compró dos problemas. Uno, si Argentina ganaba la Copa del Mundo: ¿quién podría objetarle algo o cuestionarle siquiera un detalle al entrenador? Dos, la chance de que la Argentina quedara eliminada de manera traumática, como finalmente ocurrió. Si la opinión dominante (de Grondona) era no continuar el vínculo, Maradona no lo aceptaría.