DEPORTES

Sin dolor ni sobreactuación, solo indiferencia

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El turista deportivo es un sujeto que sigue la ruta de los Juegos Olímpicos, los Mundiales de Clubes, los París-Dakar, los torneos de Grand Slam y las maratones que paralizan las grandes ciudades. Compra paquetes (vuelo, hotel, entradas, excursiones de presidiario), y en ese circuito cerrado encuentra la felicidad del consumo que, a veces, viene acompañada por la gloria deportiva de sus héroes y otras veces no. Para el turista deportivo que simpatiza con River, es una alegría inmensa tener como destino Japón, una plaza prácticamente descubierta, explotada y expandida por los hinchas de Boca que la visitaron cuatro veces entre 2000 y 2007.

Los hinchas de Boca esperamos desde hace muchos años el progreso postergado de nuestro rival porque la verdadera rivalidad siempre se da en la nivelación y nunca en los desniveles. La ventaja que Boca le sacó a River en torneos exteriores es abismal y nadie quisiera que esa distancia se agigantara más. Mejor que se achique, para bien de la rivalidad. Es deseable que las fuerzas sean un poco más parejas para que siga habiendo un nosotros y un ellos, y no un tedioso y dominante nosotros.

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No tuve tiempo de ver el partido de River contra el Sanfrecce, pero sí vi el resumen, que me pareció un documental sobre la zozobra defensiva protagonizado por un sólo actor: Marcelo Barovero. Pero como se suele decir sin pensar en otra cosa que en el éxito como fin y como medio, a los partidos hay que ganarlos y River lo ganó enjabonando el tornillo. Lo que se le presenta ahora es una pesadilla en forma de belleza extrema. Una cosa es el Sanfrecce, cuyo nombre nos trae los ecos de alguna marca de pasta seca y ningún recuerdo futbolístico, y otra muy distinta es el Barcelona, un equipo organismo que es capaz –hoy mismo– de desplegar todas las formas que el fútbol ha inventado y todas las que se puedan inventar. Está muy bien, para el automanijazo, la frase del siempre humilde y simpático presidente del finalista argentino, Rodolfo D’Onofrio: “River es el más grande y vamos por todo”. Falta refrendarlo en los hechos, como cada vez que alguien abre la bocaza augurando la propia gloria. No es imposible, porque el fútbol es un fenómeno de méritos, injusticias, milagros, desgracias y cosas sin sentido, así que puede pasar cualquier cosa, incluso lo que no puede pasar. El futuro inmediato hablará por todos: por Lionel Messi, que no habla; y por Rodolfo D’Onofrio, que no calla.

Como hincha de Boca, quiero decir que no siento nada a cuenta de lo que vaya a pasar. Si River es campeón, merecerán un saludo. Si lo es el Barcelona, además del saludo podrá haber una sonrisa anclada en los recuerdos de Diego Maradona y Juan Román Riquelme con la camiseta del equipo que llevó el deporte al status de arte contemporáneo. Nada más que eso. El hincha de Boca se dedica más bien a la indiferencia cuando no están en juego sus propios asuntos. No conoce la sobreactuación de ponerse una camiseta ajena, ni el dolor  de la envidia cuando triunfan los demás.

*Escritor e hincha de Boca.