DEPORTES
puntos perdidos

Un empate que solo se festejó en La Boca

En un partido intenso y emotivo, San Lorenzo y Central se tuvieron que conformar con el 2-2. Los escoltas del lider resignaron una buena chance para mantener sus ambiciones.

Penal. Caruzzo lo toma a Ruben. Lo vio el juez de línea. Fue el empate de Central.
| Fotobaires

Ríspida, entretenida y discutida. Así, con esta métrica mala, se podria definir a la pseudo final que jugaron anoche San Lorenzo y Central, que terminó en empate, que pudo ser santo o canalla, pero que sólo benefició a Boca, que si hoy le gana a Crucero del Norte –algo que es muy probable– en la próxima fecha puede coronarse campeón.
Había clima de partido decisivo. El Nuevo Gasómetro era la comprobación fáctica de esa teoría que afirma que lo que pasa afuera, en las tribunas y en las plateas, puede transmitirse al campo de juego. Pasó eso durante todo el partido, cuando el local estaba en ventaja, igualado o arriba en el marcador.

La primera señal de que el partido valía la pena llegó casi en el mismo momento del inicio: a exactamente 14 segundos de haber sacado del medio, Héctor Villalba igualó el gol más tempranero del campeonato, que lo había hecho José Sand para Aldosivi. El tanto llegó sin que ningún jugador de Central tocara la pelota, algo que sí hizo, curiosamente, Germán Delfino: de manera involuntaria, el árbitro le sirvió la pelota a Elizari para que se fuera hacia el área rival y diera una gran asistencia en cortada. Después, Villalba definió.
Desde allí, para Central todo costó más: con el público en contra, con la obligación de ganar para pasarlo en la tabla y con un gol abajo a los pocos segundos, el equipo de Coudet intentó volver a un partido que había arrancado torcido.

Villalba pudo replicar su gol, pero falló ante la salida de Caranta. Y casi sin hacer nada, Central se encontró con un regalo de Caruzzo, que agarró del cuello a Marco Ruben. Delfino no iba a cobrar nada, pero su asistente Hernán Maidana le pasó letra por el intercomunicador: tenía que cobrar penal y tenía que amonestar a Caruzzo. Lo que no predijo el juez de línea fue la catarata de insultos, empujones y reproches que vinieron después. Ahí, en ese ida y vuelta, cambió todo. Y no fue sólo porque Ruben hizo el penal, sino por la predisposición de los jugadores y de los entrenadores hacia el árbitro.

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Se evidenció en la expulsión de Coudet, histriónico como siempre, y ya en el segundo tiempo en dos jugadas en el área rosarina: los hinchas de San Lorenzo, como compensación, querían que terminara en penal, y en lo posible, que ese penal lo cobrara el línea. Pero no fue así. En la primera, de Cauteruccio ante Caranta, no hubo dudas; en la segunda, con Rolle como protagonista, sí.
Todo se caldeó más cuando Montoya arrancó de izquierda a derecha, Ruben limpió la jugada de espaldas, Cervi tiró centro, y Larrondo pivoteó para que Ruben, otra vez, hiciera que todo terminara en un golazo. Pases y pases. Central, en ese momento, era el cuco de Boca: el equipo que no paraba nadie, que se acercaba a la punta y que lo recibía, en la última fecha, en Arroyito. Pero el rótulo duró poco: insólitamente, San Lorenzo aprovechó un contraataque y un error grave de Andrade –dejó picar la pelota en el área propia– y Blanco puso el empate final. Ahí, tras ese gol, el único que festejó fue Boca.