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Un gol un potrero. Un potrero, una promesa.

Messi y Di María jugaron el miércoles con los nombres de Agustín y Dante, y con Tarjeta Naranja le dieron una sorpresa a tres jugadores de potrero.

Un gol un potrero. Un potrero, una promesa.
Un gol un potrero. Un potrero, una promesa.Un gol un potrero. Un potrero, una promesa. | Tarjeta Naranja

4 años atrás, cuando Tarjeta Naranja arrancó con el programa un gol un potrero, nadie podía imaginarse hasta dónde iba a llegar. Hoy, después de 70 goles de la selección que se transformaron en más de 70 potreros reacondicionadostampoco está muy claro cuál es el techo de este programa aunque si esté muy claro el objetivo final: Seguir arreglando potreros para que los chicos cada vez tengan más lugares para jugar, divertirse y por qué no convertirse en futuras promesas del fútbol Argentino.

De todos esos chicos que juegan en potreros hay tres que vivieron una noche muy especial en el amistoso que la selección jugó contra Trinidad y Tobago. Esta es la historia del día en que Agustín, Nico y Dante jugaron para la selección. 

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No era un partido más para la selección Argentina ni para sus hinchas porque era la despedida del equipo antes de irse al mundial y porque todos en la cancha estábamos por vivir algo diferente y muy especial.

La gente estaba inquieta y se movía, un poco por la ansiedad y un poco para ganarle al frío. Los más expectantes eran Dante, Nico y Agustín, tres chicos, tres jugadores de potrero que habían sido invitados por la gente de Tarjeta Naranja porque esa noche había una sorpresa para ellos.

El equipo salió a la cancha, Dante, Nico y Agustín se pararon en sus butacas para ver mejor y fue ahí cuando entendieron cuál era la sorpresa.

No lo podían creer, el mundo se había dado vuelta, sus ídolos llevaban sus nombres impresos en la espalda. Ellos que todos los días después del colegio corren lo más rápido que pueden hasta la cancha con la camiseta de sus ídolos puesta, ese día le prestaban sus nombres a 3 delanteros de la Selección Nacional.

Messi y Di María ese día jugaron como Agustín y Dante y no sólo por el nombre que llevaban en la espalda, si no también por los caños, las gambetas, los goles y las risas.

En fin, jugaron como siempre, como chicos.

 

(PNT)