Daniel Angelici lo dijo quizá sin darse cuenta, pero en su frase –o en su inconsciente– estaba la explicación de uno de los problemas que esta semana ocuparon las pantallas. Cuando le preguntaron por la posible vuelta de Ricardo Centurión a Boca, el presidente del club reconoció que la única manera de que se concretara sería con un préstamo: “No vamos a pagar por Centurión. Sólo estamos dispuestos a que vuelva si lo prestan y a Boca no le cuesta nada”. A Angelici no le importaba la “indisciplina” del jugador –una manera de igualar sus salidas descontroladas con amigos con la denuncia por violencia de su ex pareja Melina Tozzi– ni el poderoso amplificador social que podría significar una decisión o al menos una declaración sobre una problemática que atraviesa todos los espacios, pero que el fútbol muchas veces refracta. A Angelici sólo le importaba la billetera de Boca.
Unas horas después de eso, al club le estalló en la mano un conflicto –la denuncia de dos mujeres a los jugadores Edwin Cardona y Wilmar Barrios por “lesiones, abuso sexual, amenazas y privación ilegítima de la libertad”– y Angelici tuvo que reformular su discurso, interpelado por el fragor de los hechos y de los medios: “Hay que aplicar las sanciones merecidas, más allá de las económicas, que parecen las más fáciles”, dijo. Y ensayó respuestas sobre la marcha: apartó a los futbolistas del plantel y ahora promueve cláusulas en los contratos y la prohibición de que los futbolistas de Boca se muestren en público en horarios nocturnos. La respuesta de Rosario Central luego de que se viralizara un video en el que Fernando Tobio agredía a una mujer en un boliche fue más a fondo: el club se puso a disposición del Instituto de la Mujer de la Municipalidad y anunció anoche que la multa económica al jugador será destinada a acciones de prevención contra la violencia de género.
Centurión, finalmente, no llegó a Boca y sí a Racing. En Avellaneda saben que la inversión puede ser un problema, por eso el club activó los resortes para contener a uno de sus hijos malditos, el crack de Villa Corina que se formó en el predio Tita Mattiusi, que salió campeón en 2014 pero que después se perdió entre los flashes de San Pablo, Boca y Genoa.
“El fútbol todavía es un ambiente muy machista que se resiste a los cambios culturales que vienen dándose”, dice Cecilia Contarino, psicóloga de Racing. Y agrega: “Pero de a poquito vamos avanzando. Los más chiquitos vienen con otra mentalidad y tienen más información que los grandes. Es muy distinto trabajar con los juveniles de la Octava división o la Novena que con los de Cuarta”.
Contarino conoce a Centurión de muy chico, y aclara que nunca tuvo un problema con él. Tampoco Racing. Por eso anuncia que estará a disposición. Diego Milito será uno de los vértices que acompañarán al delantero. Milito trajo, además, al coach Marcelo Martín. El otro vértice será el cuerpo técnico que encabeza Eduardo Coudet. Nadie sabe cómo saldrá la apuesta. Pero todos aseguran algo: el club intentará estar presente.
Ideologías. No es una cuestión sólo de jugadores, de dirigentes o de cuerpos técnicos. Los hinchas y los periodistas, muchas veces, dan muestras de que el machismo está más exacerbado en los márgenes que en el centro. “El fútbol siempre forjó una identidad masculina y patriarcal, con una tendencia a proteger al que cometió el delito y caerle a la víctima. Un poco reproduce lo que sucede en un sector importante de la sociedad”, asegura Mónica Santino, referente de la Asociación Civil La Nuestra Fútbol Femenino.
Sin embargo, lo que sucedió en Temperley con Alexis Zárate, el futbolista condenado a seis años y medio de prisión por haber violado a Giuliana Peralta en 2014, parece ser una excepción y una posible guía para futuros casos: a pesar de que la sentencia aún no está firme –tiene que fallar Casación–, el club lo apartó del plantel profesional el mismo día que salió la condena. “Desde que asumimos, nosotros fijamos nuestra idea, que era volver a traer a la familia al club. Alexis era un jugador importante, pero no podíamos ir contra nuestros preceptos: fue una decisión ideológica que iba en consecuencia con el país que queremos”, le dice a PERFIL Alberto Lecchi, ex presidente de Temperley, quien reconoce que muchos directivos prefieren quedar bien con la hinchada y no aceptar el pedido que se simbolizó en el #NiUnaMenos. Un hashtag que todavía no llegó a muchos estadios del país.