La espina histórica del deporte nacional, el estigma con el que cargan varias generaciones de tenistas, puede terminarse en cinco días, cuando el equipo argentino de Copa Davis empiece a jugar la final contra Croacia, en Zagreb. Será la quinta. El quinto intento por llevarse el trofeo más esquivo y deseado: esa Ensaladera de Plata que no pudieron levantar Guillermo Vilas, José Luis Clerc ni David Nalbandian, pero que sí podrá hacerlo Juan Martín del Potro para decorar “el mejor año” de su vida.
Si bien Croacia parte como el favorito a quedarse con la serie, por su localía y por tener al número siete del mundo, Marin Cilic, el equipo que dirige Daniel Orsanic empezó a entrenarse ayer (ver recuadro) envuelto en una atmósfera muy distinta a la de otras finales que protagonizó Argentina. Conducidos por un entrenador nacido y criado en una familia de origen croata –su padre Branko es de Osijek y emigró durante la Segunda Guerra Mundial–, y con Del Potro convertido en un inesperado líder positivo, los argentinos llegan a la serie sin ninguna interna entre los jugadores, algo que sucedió históricamente en esta competencia: desde la rivalidad entre Vilas y Clerc, en 1981, hasta la tensión entre Nalbandian y Del Potro en 2008, cuando en Mar del Plata, Argentina perdió contra España una final que parecía diseñada a medida.
Ahora, con un Del Potro ocho años más grande y emblema de un grupo de tenistas que no sobresalió a nivel individual, Argentina fortaleció su faceta colectiva. Lo dejó en claro esta semana Guido Pella: “La humildad del equipo hizo que lleguemos muy lejos. Quizás uno carga con un poco más de presión por nuestra historia: somos muy competitivos y pasionales. Pero eso nos hace sentir mucha responsabilidad”, contó el bahiense de 26 años.
Como si los meses de dolor y de ausencia le hubieran cambiado su carácter, Delpo volvió a jugar este año transformado. Como él mismo dijo, volvió para disfrutar. Y ese disfrute tuvo su clímax en Río de Janeiro, cuando el tandilense ofreció el mejor tenis de su carrera, dejó eliminados a Novak Djokovic y a Rafael Nadal, y se colgó la medalla de plata.
Pero la transformación también se reflejó fuera de los courts: Del Potro volvió a integrar el equipo de Copa Davis y les exigió a los dirigentes que se comprometieran a iniciar una serie de reformas. El tandilense pidió un centro nacional (por ahora sólo se le dedicó un lugar exclusivo al tenis en el Cenard), acercó sponsors y propuso a Marcelo Gómez, el entrenador que tuvo desde chico en Tandil, para que integrara el staff técnico de la Asociación Argentina de Tenis (AAT). El Negro Gómez fue recientemente nombrado como capitán del equipo de la Fed Cup, la Copa Davis femenina.
La llegada de Gómez validó una obsesión personal: Del Potro asegura, cada vez que puede, que el tenis argentino debe mejorar sustancialmente el trabajo en sus juveniles. Por eso se alegró por las buenas actuaciones del Mundial sub 16 y el primer puesto en el Sub 14 este año.
La buena sintonía en el equipo también se transmite en las conferencias de prensa. Del Potro, luego del triunfo en semis ante Gran Bretaña, se alegró por llegar a su tercera final de la Davis (las dos anteriores contra España, en 2008 y 2011), pero sobre todo por quiénes lo hicieron: “Lo mejor es jugarla con ellos, que son grandes personas”, dijo en referencia a Leo Mayer, Federico Delbonis y Pella. Una frase que en otro momento de la historia, no tan lejano, hubiera resultado impensada.