Cuando Ricardo Centurión vivía en Villa Luján y soñaba con debutar en el Cilindro, lo que hoy es el equipo psicosocial de Racing ni siquiera era un equipo. Era solo una persona: la psicóloga Cecilia Contarino. Ella era la encargada de hacer el seguimiento de cada chico que entrenaba en las inferiores, y de hablar o de darle contención en el caso de que hiciera falta. El trabajo profesional era unipersonal, pero el otro –el de todos los días, el que también le dio forma al futbolista– era colectivo: entre ellos estaban Antonio Mur, quien coordinaba las inferiores de Racing en ese momento, y el presidente del fútbol amateur, Adrián Fernández, que acompañaron a Centu hacia este altar engañoso en el que está hoy, donde recibe muestras de afecto de miles de hinchas y también el escarnio de periodistas, dirigentes y personas que buscan convertir encuentros ocasionales en videos viralizados.
Esta semana, todo lo bueno que hizo Racing por él –sobre todo en los años de su formación, cuando el fútbol era la manera de despojarse del barrio y de conciliarse con una sociedad que siempre lo miró con desdén– quedó eclipsado por lo que dijo Víctor Blanco. Con una frase, el presidente del club vulneró un laburo de años. Primero porque expuso algo que debía resolverse indudablemente en privado, sobre todo al tratarse de un jugador al que la opinión pública y los medios castigan sin reparos, entre otras razones porque no le perdonan haber salido de esa patria baja e invisible: los barrios pobres del conurbano bonaerense. Segundo porque Blanco lo diagnosticó (“sufre una adicción”) con una liviandad impropia de la máxima autoridad de una institución. Blanco, siempre caracterizado por un perfil bajo, eligió el peor camino para abordar la situación. Lo sabe él, sus allegados, el técnico Eduardo Coudet y también Centurión: “Me sorprendió lo que declaró. Habla de que me quiere cuidar, y si lo quiere hacer, tiene que hablar conmigo a solas, no hacerlo público. Mi apellido enseguida toma repercusión. Tiene que ser más cuidadoso”, dijo el jugador.
Sin embargo, la frase de Blanco es la contracara del trabajo que se hace en el club que él preside. Todos los días, en silencio, un equipo de profesionales contiene y ayuda a los que sueñan con ser como Centurión. Sin cámaras, sin registros, cara a cara, cuatro psicólogos y dos trabajadores sociales –el “equipo psicosocial” de la Academia– buscan mantener el equilibrio individual y colectivo en las distintas divisiones inferiores. Saben desde a qué se dedican los padres de cada jugador o si la familia tiene obra social, hasta a qué escuela van o cuántas materias bajas tienen.
Centurión, por sentido de pertenencia o por lo que sea, muchos fines de semana dedica una tarde o una mañana entera a ver a esos pibes en el predio de Tita Mattiusi. “El sabe que cuenta con nosotros. Fuera de todas las cosas que se dicen. Acá es muy querido y somos incondicionales. Está súper comprometido con el club”, le dice a PERFIL Contarino. El mismo Centurión lo contó, en una entrevista con el periodista Nicolás Zuberman, de La Nación: “Es que me crié acá. La decisión de volver al club era en ese sentido. En Racing me siento mimado”.
Contarino, que conoce a Centurión de chico, se queja de cómo medios y personas estigmatizan al mediocampista de Racing. “Creo que con él existe una saña. Todos cometemos errores. Todos tenemos reacciones inadecuadas. Pero a él lo buscan. Le buscan el pelo al huevo de todo lo que hace o lo que dice. No tiene derecho a tener un mal día, a no querer sacarse una foto o a salir con amigos”. Algo parecido escribió Sebastián Saja en su cuenta de Twitter, cuando mostró fotos de Centurión en una canchita de Villa Luján: “No tenés que ser perfecto para inspirar a otros. Los más generosos acostumbran a ser los más humildes”.