En las oficinas donde se diseñan los operativos de seguridad ya hablan de steward, una reversión de los viejos acomodadores que se ocuparía, entre otras tareas, de garantizar que las plateas luzcan como en Europa: con todos los espectadores sentados, los pasillos libres, sin banderas que molesten la visión del campo de juego. Hasta tendrían la misión de, en caso de que haya poca gente, agruparla para engañar al televidente, sobre todo en países donde el torneo argentino pueda ser comercializado. El negocio, a veces, es como la comida: entra por los ojos.
Podría resultar anecdótico, un deseo sin demasiado anclaje en la realidad del fútbol argentino, pero en esa situación se trasluce una intención que empezó hace algunos años, y que la Superliga intentará reforzar de ahora en más con una serie de medidas que pueden llegar a cambiar –y que en algunos clubes ya cambiaron– la matriz socioeconómica del hincha que va a la cancha.
Con la misma lógica importadora que el Gobierno promueve en algunos rubros, los dirigentes y funcionarios ven, en el horizonte del torneo argentino, dos modelos a copiar: Inglaterra y España. El de Inglaterra es una historia conocida. Ese país implementó, en la década de los 90, un paquete de acciones para solucionar el problema de la violencia en los estadios, algo que en rigor sucedió, aunque originó nuevos problemas: una excesiva mercantilización del fútbol inglés, entradas inaccesibles para buena parte de la población y una consecuente elitización de la Premier League, que tiene los boletos más caros de toda Europa (arrancan en 57 dólares).
El Informe Taylor, con el que se iniciaron esas reformas, hacía hincapié en dos aspectos: mejoras en los estadios y un mayor control del público. Desde hace un tiempo, son varios los directivos que se asesoran sobre violencia bajo esa premisa: “Yo estuve en la embajada cuando vino el encargado de seguridad inglés. Contó un poco cómo habían hecho, qué va en esa línea. Por supuesto que se hace un fútbol más caro, pero da más comodidades”, le dijo el presidente de Racing, Víctor Blanco, a PERFIL.
Hay una coincidencia en que los estadios argentinos son obsoletos y que para evitar incidentes deben remodelarse. Los accesos, las comodidades que brindan en su interior y la falta de estacionamientos forman parte de la explicación. “Hay una idea romántica del fútbol, pero lo cierto es que el fútbol es un enorme negocio y hay que adecuar los escenarios y las condiciones con que se practica para que sean acordes a todo el dinero que mueve”, asegura el subsecretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de Buenos Aires, Juan Pablo Sassano, quien comanda, en el ámbito porteño, el programa Tribuna Segura.
Ese programa, que funciona bien en la Ciudad y que empezó a replicarse en otras provincias, es una síntesis del modelo inglés: un control exhaustivo de los hinchas en los alrededores de los estadios a través de tres bases de datos (identidad; derecho de admisión y restricciones judiciales; personas con pedido de captura) y una intención de modificar “estructuralmente” los estadios, sobre todo para garantizar la seguridad en los ingresos y egresos.
Pero esto viene acompañado, como pasó en Inglaterra, del incremento del 28% en las entradas que fijó la AFA en febrero. Un aumento que fue pedido por muchos clubes para que, de esa manera, pudieran elevar el valor de la cuota social. “Si bien está un poquito por encima de la inflación, se acordó ese porcentaje para redondear los valores”, explican en Viamonte 1366.
El sociólogo Diego Murzi, vicepresidente de la organización Salvemos al Fútbol, observa que este proceso va corriendo las manifestaciones de lo popular de los estadios: “Cuánto más lejos esté el puesto de choripán, más probable es que el club venda choripanes dentro de su predio”, grafica.
Sobre esa cultura de lo popular también trabajan funcionarios y hasta dirigentes. Trabajan para cambiarlo, claro está. Porque lo que antes era folclórico y parte indisoluble de la idiosincrasia del hincha argentino, ahora es un factor que puede romper un eventual acuerdo: por eso los stewards. Por eso el registro nacional de banderas, que identifica a sus dueños y que podría generar sanciones en el eventual caso de que se cuelguen en lugares prohibidos.
“Nos gustaría que las canchas se vean más lindas y con más gente. Si vas a un espectáculo y no hay nadie, no tienta. Para venderlo es un problema que los estadios estén vacíos”, reconoce Mariano Elizondo, el presidente de la Superliga. Por eso está pidiendo que vuelvan los visitantes, algo que no quieren los encargados de la seguridad. “Estas medidas no son puramente comerciales. Todo viene enlazado: el aumento de las entradas, la exclusión de componentes populares, la revalorización del espectáculo como mercancía y la llegada de las sociedades anónimas en el fútbol”, considera Murzi. Una manera de advertir que los cambios, a veces, no son tan buenos como parecen.