1) Más que nunca es imprescindible tener una idea clara de todos los gastos personales y de la casa. Si uno no sabe en qué se va la plata, es más difícil retenerla y/o destinarla a pagar lo que hay que pagar indefectiblemente. Será tedioso pero hacer una lista repasando todos los gastos, incluyendo hasta los más pequeños como el café en la oficina, es de lo más efectivo para identificar posibles “agujeros negros”.
2) De la lista anterior deberá surgir el monto de cada gasto y también su nivel de importancia. Es decir, qué es más importante pagar primero y qué es un gasto relativamente de segundo plano. La idea de este ejercicio es poder afrontar sin sobresaltos todo aquello que resulte imprescindibles y no que, por pagar de apuro lo urgente (como las cuotas adeudadas del club o el gimnasio), uno termine haciendo el pago mínimo de la tarjeta o recurriendo a un préstamo personal (ambas opciones hoy muy costosas) para pagar lo esencial.
3) Tener los pies en la tierra y recordar que la inflación por encima de 25% anual era anterior a la devaluación es clave para proyectar las necesidades financieras del hogar, lo mismo que evaluar que es altamente probable que este año la recomposición de ingresos no acompañe la suba de precios en la misma proporción. Es una posibilidad que sea necesario reasignar recursos que hasta ahora se destinaban a gastos secundarios o incluso a ahorro a solventar gastos estructurales. Esto será particularmente cierto si se materializa la quita de subsidios para agua, luz y gas. En este punto, sirve de referencia comprar las tarifas subsidiadas con las que pagan aquellos a quienes ya se les eliminó. Por ejemplo, para una familia tipo de clase media que hoy paga por su consumo de gas $ 150, el importe pasaría a $ 500, mientras que en electricidad la variación puede llegar a superar 200 por ciento.
4) Si existe la posibilidad y todavía sobran unos pesos por mes, armar un colchón o red de contigencia es una idea apropiada. El objetivo es que tener un monto relativamente a mano para acceder en caso de que los recursos ya no alcancen. Hacer un plazo fijo puede ser práctico ya que si bien las tasas no alcanzan a la inflación, están hoy cerca de 25%, un nivel aceptable. Lógicamente dolarizarse también es una buena estrategia.
5) Endeudarse para gastos cotidianos o, peor, pagar alguna deuda preexistente, tampoco es bueno. Mejor ajustar el cinturón. Tampoco vale deprimirse.
*Autora de Economía con tacos altos.