Pausa. Ese es el primer efecto que la fuerte devaluación de hace diez días produjo en las principales compañías, que prefieren esperar a tener un escenario más claro sobre las principales variables de la economía antes de tomar alguna decisión.
“Wait and see” –en inglés, esperar y ver–, tan conocido en el lenguaje de los empresarios, es la respuesta que surge desde diferentes sectores que se vieron sorprendidos por un dólar a $ 8 en el primer mes del año.
Así, las carpetas con planes de negocios para 2014 quedarán, por el momento, apiladas sobre los escritorios mientras resurgen reclamos de especialistas para que se realice un ajuste por inflación en los balances. Un viejo debate que, al calor de la fuerte suba de precios y la brusca variación en el tipo de cambio, retoman los ejecutivos que deben afrontar pago de impuestos por lo que consideran “ganancias nominales ficticias”.
A los consultores, en tanto, les queda claro que el alza de la tasa de interés complicará a la mayoría de las pymes que compraron maquinarias y ampliaron capacidad, y que junto a la inflación se reducirá la actividad porque enfriará el consumo, en opinión de algunos, hasta la recesión.
Al respecto, la triubutarista Teresa Gómez, socia de Harteneck-Quian, TG y Asociados, señaló que ya se observan recortes de, por ejemplo, gastos de servicios como los de asesoría contable y los casos que antes se enviaban a un estudio ahora serán tomados por los empleados de cada empresa.
Gómez adelantó, además, que febrero será un mes difícil para las empresas: “No existe una guía clara sobre la cual planificar porque el Presupuesto 2014 preveía un dólar a diciembre a $ 6,70 y claramente quedó desactualizado”.
En materia de impuestos, aseguró que el reclamo más urgente es el de la aplicación de un ajuste por inflación en los balances.
Mario Volman, socio de Kaplan, Volman y Asociados coincidió en este punto y explicó que las empresas terminan pagando impuestos sobre ganancias nominales que no son reales, sobre las que pesa el efecto de la suba de precios y la devaluación. Asimismo, detalló que hoy las compañías se niegan a recibir facturas expresadas en dólares, por el riesgo cambiario o porque sus sistemas contables no se lo permiten, y estimó que la forma más difundida para cancelar las deudas comerciales será el cheque común o de pago diferido en pesos.
Por otra parte, destacó que tras la fuerte depreciación del peso habrá cuestiones de facturación más complejas que requerirán especial atención “para homogeneizar los registros contables”.
Ricardo Progano, economista de San Martín, Suárez y Asociados, dijo que existe preocupación entre los directivos por una retracción en el consumo como reacción a la suba de precios de enero, lo que podría impactar en forma negativa en la actividad.
El nuevo escenario cruzó las charlas el martes pasado en la cumbre del Foro de Convergencia empresaria en la Rural, donde se hizo hincapié en la necesidad de prudencia, para lo que se convocó el miércoles a un encuentro con popes gremiales