ECONOMIA
DIARIO PERFIL

¿Es inevitable una crisis en 2010?

Los pronósticos apocalípticos vinieron hasta de Kirchner, que insinuó el caos si no obtiene apoyo en junio. Qué hay de cierto en sus predicciones.

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| CEDOC
En las últimas semanas se han oído muchos pronósticos apocalípticos sobre la economía argentina para el segundo semestre de este año, o a más tardar en 2010. Inclusive, el ex presidente Néstor Kirchner ha insinuado que el caos sobrevendría en caso de las que las elecciones no les sean favorables el próximo 28 de junio, y pierda la mayoría parlamentaria. Como los encuestadores más serios otorgan una alta probabilidad a que esto finalmente ocurra, seguramente muchos argentinos concluyan que las posibilidades de repetir una crisis como la de 2001 son altas.
 
Por suerte, las diferencias entre la situación actual y las que prevalecían a fines de la década pasada son enormes. En el cuadro que acompaña esta nota pueden compararse los principales indicadores macroeconómicos, y resulta evidente que, a pesar del fuerte deterioro de estos últimos tres años, seguimos estando en una situación mucho más solvente y manejable que la que caracterizó la de 2001.
 
La principal debilidad de la convertibilidad excedía las cuestiones fiscales y externas, y era su inflexibilidad en materia monetaria y cambiaria. La fijación por ley del tipo de cambio eliminaba una variable crucial de la política económica, obligaba a que cualquier cambio de la misma estuviera acompañada de modificaciones legales que generaban inseguridad jurídica, con el consiguiente costo en arbitrariedades, y hasta el quiebre institucional de diciembre de 2001.
 
La crisis de la convertibilidad era inevitable porque la rigidez estaba en su esencia. Por los mismos motivos que pudo generar una euforia durante los primeros años, estaba destinada a terminar caóticamente como finalmente sucedió.
 
En qué se parecen 2010 y 2001. Objetivamente no habría ningún motivo para afirmar que estamos ante una crisis como la que vivimos en 2001, y mucho menos para pronosticar corralitos, defaults o maxinegociaciones. Pero la economía no es una ciencia exacta, y depende en gran medida de la psicología social y de la política. Por su dependencia con la psicología, hoy tenemos el riesgo de generar corridas, aunque técnicamente infundadas, peligrosas en sí mismas, por la memoria de los afectados por los hechos en 2001.
 
Y también depende de la política económica que sigue inspirando Néstor Kirchner, en la que se percibe una rigidez parecida a la de la convertibilidad. Ya no es una rigidez instituida por una ley, sino una forma de gobernar que hace de la tozudez una virtud, y de la flexibilidad una debilidad. Hubo veces, las menos, en las que esa tozudez fue beneficiosa, como en la renegociación de la deuda externa. Pero no ha sido beneficiosa en una gran cantidad de otras oportunidades, como por ejemplo, las negociaciones con el campo, el congelamiento durante cinco años de las tarifas, el mantenimiento por cuatro años del tipo de cambio alrededor de los tres pesos, la ignorancia de la inflación real y la manipulación de los índices.
 
También fue negativa en la perseverancia del aislamiento económico internacional, y fundamentalmente en la arrogancia y autoritarismo con que se manejó con los empresarios, provocando el colapso de la confianza y de la inversión. La incapacidad de Kirchner de aceptar modificaciones a su política económica se parece bastante a la rigidez de la convertibilidad, y es el único elemento que justifica un pronóstico apocalíptico para el año próximo.
 
Si este gobierno pudiera introducir algunas modificaciones a su política económica, la economía argentina volvería a un sendero de suave crecimiento el año próximo, y no habría ninguna necesidad de atravesar corralitos, maxidevaluaciones ni defaults. Además, estas modificaciones, a diferencia de 2001, podrían hacerse sin trampear ninguna ley, ni afectar intereses de ningún sector, ni mucho menos hacer ajustes fiscales de gran costo social.
 
Lo más importante es recrear el funcionamiento normal de la economía capitalista privada, sin interferencias en las estadísticas oficiales ni en el comercio de productos agropecuarios, y sin apropiarse de los recursos de los jubilados para financiaciones poco transparentes ni de los fondos de las provincias con criterios de lealtad política. A partir de estos cambios, la Argentina podría reinsertarse en un mundo, que sigue siendo favorable para la estructura productiva de nuestro país.
 
Recordemos que en enero de 2007 teníamos el mismo riesgo país que Brasil, a pesar de la renegociación de la deuda externa, y los incumplimientos con el Club de París, y los hold outs. En ese mes se decidió la intervención del INDEC, y comenzaron nuestras penurias, que nos llevaron a tener hoy un riesgo país casi cinco veces mayor que el de Brasil.
 
En conclusión, las pocas probabilidades que tienen de cumplirse los infundados pronósticos apocalípticos no dependen de las contingencias económicas internas o externas, sino de la continuidad de las prácticas distorsivas y del estilo confrontativo del ex presidente Kirchner.
 
(*) Economista