El conocido inversionista (y especulador) internacional George Soros estima que el mundo se está enfrentando a la peor crisis financiera desde la Segunda Guerra Mundial. Según Soros, la actual no es una crisis normal, sino que marca el fin de una era y el "cambio de paradigma".
Denuncia que desde los años ochenta se han venido eliminando controles sobre el sistema financiero y considera que ahora es necesario mejorar los sistemas de supervisión y reintroducir los controles que se habían abandonado.
Desde los Estados Unidos, como dando respuesta implícita a esa demanda, el secretario del Tesoro, Henry Paulson, anunció que la administración que preside George W. Bush estaba planificando el mayor cambio regulatorio de los mercados financieros desde la Gran Depresión. Hasta ahora, los Estados Unidos habían venido liderando la tendencia a confiar en la autorregulación de los mercados financieros. Pero la crisis desatada como consecuencia de las hipotecas de elevado riesgo (subprime) ha puesto en evidencia la ingenuidad de esos programas.
La crisis desatada en ese país es directa consecuencia de las maniobras del sector financiero, dirigidas a eludir las normas regulatorias de Basilea II. Después de la crisis financiera del sudeste asiático, a finales de los noventa, cuando se anunciaba una "nueva arquitectura financiera internacional" se terminó aceptando la petición del sector financiero de basar la regulación en la autovigilancia y la autorregulación.
Pero a poco de andar, algunos bancos norteamericanos y de otros países de la OCDE, con la autorización de sus supervisores bancarios, crearon vehículos especiales de inversión, (SIV o conduits) que colocados fuera de balance les permitían invertir en activos a largo plazo, sin afectar el capital regulatorio exigido por Basilea II. Otra maniobra consistió en la titulización de créditos, especialmente de los hipotecarios, por parte de los bancos para poder seguir prestando y atender a su creciente demanda de crédito, por encima de los límites que les imponía su base de capital regulatorio.
Con esta argucia empaquetaban activos financieros a largo plazo -denominados Obligaciones de Deuda Colateralizada (CDO en inglés)- y se los cedían a las SIV que, a su vez, los financian a corto plazo emitiendo papeles comerciales o pagarés, garantizados con dichos activos, en principio en el mercado de los EE UU. Luego, estos activos se vendieron a inversores individuales e institucionales de muchos otros países, con lo que hoy es casi imposible saber quienes son sus poseedores últimos. Otro producto financiero que cobró creciente importancia fueron los Credit Default Swaps (CDS), en virtud de los cuales el comprador de un CDS se asegura contra el riesgo de impago de una deuda. El problema generado por estos contratos de seguro es que se han vendido sin ningún control de las autoridades regulatorias.
La existencia del seguro induce a las empresas a arriesgarse cada vez más al creer que están protegidos contra los impagos, y los préstamos se otorgan sin haber comprobado la capacidad del prestatario para poder pagar. Pero llega un momento en que son las propias compañías aseguradoras las que no tienen capacidad para atender la cadena de incumplimientos.
La crisis se desata a partir de agosto de 2007, cuando los inversores dejaron de comprar los papeles comerciales emitidos por las SIV y éstas se quedaron sin liquidez. Entonces los grandes bancos que habían creado las SIV tuvieron que asumir los compromisos de éstas para evitar que quebraran. Al tener que asumir las operaciones que no figuraban en su contabilidad (lo que les permitía disimular los riesgos asumidos), han tenido que declarar como pérdidas en sus balances las deudas de las SIV.
El Instituto Internacional de Finanzas (IIF), una asociación internacional que agrupa a 800 bancos y otras instituciones financieras (entre las cuales los bancos más grandes), en una carta dirigida al FMI, diagnostica una crisis profunda y pide a las autoridades bancarias públicas una mejor supervisión del sector financiero privado internacional. Como señala Ulrich Beck, incluso los neoliberales más radicales suplican ahora el intervencionismo del Estado en economía.
En los Estados Unidos, la propuesta del secretario del Tesoro, Henry Paulson proyecta la fusión del regulador de los mercados bursátiles -la Security ande Exchange Comission (SEC)- con la del mercados de derivados de Chicago y Nueva York para supervisar el negocio financiero.
Por otra parte, a esa nueva agencia se sumará otra que supervisará todos los depósitos de las instituciones financieras. En la cúspide del sistema la FED actuará como tercera agencia, encargada de garantizar la estabilidad de todo el mercado financiero. La pregunta que cabe hacerse ahora es ¿porqué todas las propuestas regulatorias se actualizan ahora, cuando el daño ya está hecho? La nueva crisis financiera se trasladará inevitablemente a la economía productiva, dejando el reguero de empresas fallidas, creciente desempleo y pobreza generalizada. ¿Hasta cuándo se dará tropezar con la misma piedra, creada por la incapacidad de poner freno al afán desmesurado de riqueza del insaciable mundo financiero?