Hacia finales del año pasado, el Gobierno esperaba un 2013 relajado en materia cambiaria. A los menores pagos netos de deuda pública (US$ 4 mil millones menos que en 2012), se sumaban las expectativas por la recuperación brasileña y el salto en la cosecha después de la sequía del
año pasado. Con los US$ 12 mil millones adicionales que se suponían iban a entrar al mercado cambiario, el Gobierno podría cumplir dos objetivos de forma simultánea: relajar los componentes del cepo más nocivos sobre la actividad económica (trabas a las importaciones y giros de utilidades al exterior) y tonificar las reservas.
Sin embargo, la realidad fue muy distinta a la esperada: la cosecha de soja se ubicó lejos de las 54 millones estimados, Brasil no termina de arrancar y las reservas vienen contrayéndose a ritmo acelerado. Esto último se debe a que las restricciones cambiarias se empiezan a morder la cola: los dólares que no salen por atesoramiento privado y giros de utilidades, dejaron de entrar por préstamos financieros y se van por el mayor déficit de la balanza de turismo y de energía (US$ 5 mil y US$ 4 mil millones adicionales en 2013, respectivamente).
En lugar de atacar el verdadero problema de la economía (la inflación que genera el atraso cambiario), el Gobierno decidió apelar a los alquimistas: con la implementación del “blanqueo para todos” y la creación del Cedin apuesta a captar dólares –de dudosa procedencia– para engrosar las reservas. Teniendo en cuenta que la reglamentación de la ley planteó requisitos muy laxos para la conversión de los Cedin, y que se trata de un certificado que no devenga interés, es esperable que todo aquél que disponga de un Cedin “aplicado” prefiera transformarlo en dólares lo más rápido posible. En suma, el efecto positivo del blanqueo sobre las reservas será meramente circunstancial, pero que al Gobierno le servirá para mostrar un nivel algo mayor al momento de las elecciones
*Director LCG (ex secretario de Política Económica).