El gobierno de Mauricio Macri nunca tuvo una sucesión de tapas de la revista The Economist como las que mostraron el despegue y caída del Brasil de la última década. Pero la revista británica organizó en los dos años de gestión de Cambiemos seminarios en Buenos Aires sobre la economía local titulados “Argentina Summit”, en otra muestra de lo que fue el romance de la actual administración con los mercados financieros, al menos hasta el 25 de abril. Desde entonces, una salida masiva de capitales de la Argentina obligó al Gobierno a devaluar, acudir al Fondo Monetario Internacional y hablar de que se viene un ajuste fiscal más rápido. Para Michael Reid, así de rápido pueden cambiar los mercados. “Macri deberá hacer un ajuste más significativo”, dice este hombre, que reside en Madrid aunque vive viajando, porque edita los contenidos sobre Latinoamérica de la publicación de referencia de los inversores de todo el mundo.
—¿Qué cambió para que los inversores financieros pasaran del encandilamiento a las dudas con la Argentina?
—Los fundamentals estructurales de la economía siguen ahí. ¿Que ha pasado desde diciembre? En el mundo, la época de dinero barato está llegando a su fin, con la Reserva Federal subiendo las tasas y en Europa también, hay un segmento del dinero financiero que se retira de mercados emergentes. En segundo lugar, en los mercados las percepciones pueden cambiar en forma radical en un período corto, lo hemos visto. Hasta diciembre, los inversionistas se sentían relajados con los déficits de la Argentina, pero luego dejaron de sentirse relajados. El Gobierno ha tenido que responder a ese cambio.
—¿Por que cambiaron así los mercados?
—Es lo que pasa. Es difícil de explicar. Por un lado, la psicología y por otro, si detrás de eso hay una cosa objetiva, que es que la relación de todos los riesgos ha cambiado.
—¿La decisión de ir al FMI se toma como crisis o como señal de solvencia?
—Es racional. La Argentina necesitaba una depreciación del peso, porque estaba sobrevaluado, y eso afecta la competitividad de las empresas argentinas. Quieres una depreciación, pero no quieres una corrida. La forma de parar una corrida es asegurar que hay recursos suficientes para poder intervenir, para que los que apuestan indefinidamente contra el peso sepan que van a perder. Y el Fondo está para eso. Está para suavizar los movimientos.
—El Gobierno ha dicho que hoy hay un Fondo “distinto”. ¿Es cierto?
—En la Argentina se suele satanizar al Fondo Monetario. Se le echa la culpa por la convertibilidad y fue invento de Cavallo, y el Fondo le tenía reticencia. Luego se le echa la culpa de terminar la convertibilidad cuando se negó a desembolsar el segundo tramo de un programa en 2001. Y no lo desembolsó porque era claro para cualquier persona que la convertibilidad estaba destinada al fracaso. Es verdad que el Fondo pone condiciones, pero son condiciones que las economías tienen que aplicar si van a salir de situaciones en que se meten. En el caso de Grecia, el Fondo era menos duro que la Comisión Europea. Ahora, pienso que el Gobierno ya sabía en febrero o marzo que iba a tener que sobrecumplir la meta del déficit fiscal por cómo estaban los mercados financieros. Vamos a ver hasta qué punto el Fondo intenta poner condiciones adicionales. El Fondo es consciente de que su reputación en la Argentina es mala. Dentro del Fondo, su experiencia en la Argentina está mal vista, va a haber cautela. El hecho objetivo es que el espacio para financiar el gradualismo es más estrecho de lo que era y va a tener que haber un ajuste porque el Gobierno heredó una economía desajustada.
—¿La turbulencia terminó?
Así parece: que el peso ha encontrado un fondo. Eso no cambia el hecho de que la realidad ha obligado a un cambio en el programa económico y que habrá un ajuste más significativo.
—¿Cómo hay que tomar el interés de grandes fondos como Templeton y Blackrock en la última semana en bonos argentinos?
—Fue importante, lo hicieron porque pensaron que iban a ganar dinero. Porque los bonos que compraron eran más baratos en dólares que hace dos o tres semanas. Indica que ellos piensan que no va haber una corrida sin fin contra el peso. Ven un camino viable
“En 2019, la economía será una carta débil”
El último seminario de The Economist en Buenos Aires se tituló, en marzo pasado, con una pregunta: “¿Hemos cambiado?”. El escenario, con gran participación de funcionarios, era muy distinto al de hoy, sobre todo en términos de fortaleza política del Gobierno, que atravesó una crisis cambiaria, debió recurrir al FMI y tiene al presidente Mauricio Macri en mínimos de popularidad.
—¿Cómo lo ven ahora?
—El escenario ha cambiado. En marzo fue que se iba a terminar el ajuste de tarifas este año y que la economía iba a crecer más rápido llegando a la elección, y que la inflación iba a ir bajando. Ahora va a haber poco crecimiento para este año, la inflación va a tardar más en bajar y, aunque podría haber crecimiento el año que viene, va a ser más débil. En 2019, la economía va a ser una carta más débil para el Gobierno.
—¿Lo imaginan en un segundo mandato?
—La discusión va a ser si logra persuadir a la sociedad de que este camino, con tropiezos, es el mejor. Mucho va a depender de qué pase también con el peronismo y qué peso tenga el kirchnerismo en el futuro de la oposición.