—¿Para qué sirve hoy el FMI?
Oscar Ugarteche, economista peruano con posgrados y doctorados en Londres y Noruega, levanta la mirada y parece buscar un punto en ese vértice que forman la pared y el techo. Se pone serio, frunce un poco la boca, se concentra durante quince segundos y, finalmente, cede.
—Pero qué difícil pregunta –dice, mezclando las palabras y la risa. El autor de Historia crítica del FMI. El gendarme de las finanzas, que publicó hace unos meses Capital Intelectual, toma aire y completa: “En Grecia, por ejemplo, sirve para echarles llave a las políticas de ajuste a pesar de que técnicos del Fondo hayan dicho que las políticas están mal. Lo que dicen los técnicos es una cosa pero lo que dice el Fondo es otra cosa”.
—¿Siempre fue así?
—El Fondo habla, como dicen los indios pieles rojas, con la lengua bifurcada: por un lado la dirección ejecutiva y el comité del Fondo, y por el otro los investigadores. En los últimos años, los investigadores han descubierto lo que nosotros, los latinoamericanos, ya sabíamos: que las políticas estaban sobredimensionadas y que los ajustes eran excesivos.
—Así llegaron las autocríticas.
—Sí. La más rabiosa es la que hizo la Oficina de Evaluación Independiente en 2004. Ahí dice: “Nosotros, como Fondo, siempre hemos promovido la libre flotación de la moneda, en la Argentina no solamente no promovimos la libre flotación de la moneda, sino que estuvimos de acuerdo con sostener el cambio fijo más allá de cinco años, produciendo la crisis de 2001”. El Fondo produjo esa crisis y se desprestigió. Christine Lagarde es la fórmula de transacción para tratar de sacar al Fondo del fondo del pozo.
—¿Lagarde es al FMI lo que el papa Francisco a la Iglesia?
—Exacto. Es decir, no vamos a convertir al Fondo en otra cosa de lo que es, pero es una renovación de estilo, de discurso, de actitud.
Investigador. Ugarteche pasó por la Argentina para dar un seminario sobre “Arquitectura financiera internacional y sus cambios en el tiempo”, que organizó la Universidad Nacional de General Sarmiento.
Durante esos días, aprovechó el tiempo para buscar materiales sobre por qué se frustraron los proyectos de crear organismos regionales de financiamiento en el siglo XIX. Encontró varios documentos que serán parte de su próximo trabajo que completará, de alguna manera, su tesis doctoral sobre “Genealogía de la arquitectura financiera internacional:
una visión desde América latina”. Una parte de ese texto fue convertida en el libro sobre el FMI.
—Después de la crisis de 2001, Argentina pagó la deuda para dejar de estar condicionada por el FMI y dejó de recibir sus visitas. Tras la asunción del presidente Mauricio Macri se restableció el vínculo y en la segunda mitad de septiembre vendrá una misión del Artículo IV.
—Sí, lo vi y me da mucha risa.
—¿Por qué?
—Porque las visitas del Artículo IV son visitas regulares y no sabía que no habían vuelto a venir. Son visitas que no tienen consecuencias. Vienen y dicen qué les parece y el país lo toma o lo deja. No son vinculantes. Pero el dato es que Argentina dejó de recibir esas visitas y ahora, diez años después, vuelven.
—Fue un gesto político no recibirlos.
—Sí, claro. Pero el mandato del Fondo es hacer visitas de Artículo IV para recabar información. El Fondo es el nieto del Consejo de Tenedores de Bonos Extranjeros de Londres, creado en 1868. Su objeto era recabar información para que los inversionistas supieran dónde poner su dinero. Ahora, para reunir esa información hacen visitas a los países y llenan unas planillas, y comparan datos para hacer una apreciación estándar. Entonces tienen una idea estándar sobre cómo tienen que funcionar los países: tienen que funcionar igual Bolivia que Brasil, y Tailandia que Africa del Sur. Todos son iguales porque la teoría económica es única y ahí comienzan las dificultades. Pero como es un organismo multilateral y deben tener una visión global, se crearon oficinas regionales en Naciones Unidas porque hay diferencias entre unas regiones y otras. Pero para el Fondo el mundo es uno, la plantilla es una y la visión teórica es una, y ya no es keynesiana. Cuando se le dice que no venga el Artículo IV se pone en cuestión su existencia porque ellos tienen la obligación de hacer eso.
—¿Por qué se decide revivir al FMI con la figura de Lagarde?
—Ahora que vivimos con crisis de balanza de pagos continuas en el mundo nunca se ha necesitado más un fondo de estabilización monetaria como ahora.
—Para que cumpla esa función, ¿cómo debería ser ese Fondo?
—Para que sea estabilizador tiene que tener muchos recursos disponibles, que no tiene. Hoy funciona como un broker entre el gobierno americano y nosotros.