ECONOMIA
JULIO WERTHEIN

"No me gusta el estilo K"

El empresario más diversificado del país editó sus memorias. Pero le escapa a la nostalgia: habla de Kirchner, de Menem y de los empresarios a la defensiva.

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–¿Entre las empresas de capital nacional en qué lugar ubicaría a Los W?
–Nuestras empresas están bien diversificadas. Es difícil establecer cómo se ubican cada uno de nuestros campos y establecimientos de ganadería, nuestras industrias y constructoras o nuestras asociaciones con los italianos en Telecom y con los chilenos en La Caja de Ahorro y Seguro. Diría que, sin tener una dimensión extraordinaria, nuestro grupo debe estar entre las veinte empresas más importantes del país. Tenemos muchas sociedades compartidas, menos en los campos y las estancias que constituyen nuestros activos familiares

–¿En la última gran crisis del 2001 temió por sus empresas?
–Nunca temimos nada. Hemos sabido ser previsores, somos expertos en crisis. Para una familia que está asentada en el país hace 102 años, lo que importa es no perder el rumbo y saber siempre ver la oportunidad. Ya sea para irse de un negocio a tiempo, ya sea para escoger los nuevos que se presentan. Lógico, hemos capeado dificultades graves, pero salimos de ellas con dignidad. Vea el caso del Banco Mercantil. Cuando vimos que el negocio financiero no funcionaba y no iba a funcionar, vendimos. Y lo hicimos a alguien que quería juntarlo con otros activos, lo transformó en el Banco de la Caja de Ahorro, que terminó absorbido por el Sudameris. Se preservó un activo. Cuando no era bien visto ser banquero, dejamos de serlo. Ahora parece que volvemos (con la compra del 20% del BankBoston como socio minoritario del sudafricano Standard Bank)…

–¿Se terminaron las crisis recurrentes?
–La verdad es que, por ahora, no se ven mayores peligros a la vista. El marco económico nos está permitiendo levantar y consolidar nuestras empresas con nuevas inversiones y proyecciones. Nos expandimos. Y no sólo lo digo desde el punto de vista de la recuperación del capital, sino desde la visión de la familia.

–Usted pasó por distintos modelos económicos y Gobiernos, ¿cómo ve al actual?
–Hace tres años que no estoy al frente de la conducción de las empresas. Sin embargo, como sigo en el centro del holding y hago de consultor cuando me lo piden, debo decir que veo a la macroeconomía muy estable y consistente. Ayuda a nuestro desarrollo empresario.

–Siempre fue un gran relacionista con distintos personajes del poder, en el país y en el extranjero. ¿Es la clave para hacer negocios?
–En todas las épocas tuve un vínculo natural con las figuras del poder por mi condición de empresario. Pero además siempre creí en la relación personal y el conocimiento mutuo. Claro que facilita los negocios, ¿cuál es el problema? Por algo será que fui el primer empresario al que acudió Kirchner, después de asumir, cuando visitó la Bolsa de Comercio que yo presidía entonces. Y nos visitó los tres años seguidos.

–¿Nunca un roce? ¿Ni un choque?
–…Sí. El otro día tuve un choque. Había invitado a Roberto Lavagna a una conferencia en la Bolsa y le cayó mal. Pero ya había estado el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y yo tenía que invitar a la contraparte. Por mí hubiera seguido con otras figuras del espectro político, pero ahí me dije ‘para qué tanta controversia’. Lo cierto es que no le gustó al Presidente.

–¿Cuál es el secreto entonces: estar con todos y no casarse con ningún Gobierno o comprometerse y sacar ventajas?
–Hay que tener relaciones y no casarse con el poder de turno. Ni con los militares, que eran tan difíciles. Cuando estaba Menem, yo cumplí con lo que debía. Lo acompañé en muchos viajes, sobre todo a los Estados Unidos, porque era necesario para que él se mostrara respaldado y porque yo mismo me estaba colocando en una posición importante para mis empresas. No se trataba de hacer negocios para el Presidente sino que defendía nuestras posiciones como empresa. Acabo de estar con Eduardo Menem y estuvimos a los abrazos. ¿Por qué? Porque no tengo otro tipo de política, no necesito andar peleándome con la gente que está en el poder, o que se ha alejado de él, para conseguir un puesto o una ventaja…

–El problema es cuando los presidentes quieren pelearse con los empresarios…
–Werthein:…(risas) Es un problema de ellos, no el mío.

–¿Qué sintió cuando algunos de sus amigos empresarios –Amalia Lacroze de Fortabat, Goyo Perez Companc o la familia Bemberg- tuvieron que vender sus empresas al capital extranjero?
–Muchos de ellos han tenido lógicos problemas de edad y perdieron la fuerza necesaria para seguir manejando sus empresas. Buscaron la tranquilidad: al fin y al cabo disponen del capital necesario para seguir disfrutándolo el resto de sus días. Y tal vez no hayan encontrado una sucesión adecuada. Como el caso de Amalita, una señora sobre la que tengo un muy buen concepto por todo lo que hizo. Otro caso es el de Perez Companc: lo perdió a su hermano Carlos, su hermanastro mayor (el verdadero hacedor del grupo), y cuando él desapareció, cambió toda la estructura de pensamiento de la compañía. Con mi edad, yo me sigo moviendo todo el día y trabajo para el holding aunque ya no lo dirija, pero quizás esto sea así porque tenemos una generación más joven a cargo de las empresas, que son mis sobrinos.

–¿No cree que la caída de esas empresas resintió la idea de construir una burguesía nacional?
–Mire, las empresas se cayeron porque habrán elegido estrategias de negocios o de expansión desajustadas a la realidad, eligieron caminos que se probaron como equivocados. Tal vez libraron batallas y discusiones, incluso entre sí, que no tenían sentido. Pero últimamente no he visto empresas nacionales que se caigan…Hay que elegir bien los negocios y manejarlos correctamente: en eso consiste la responsabilidad empresaria.

–Lo suyo no es la ideología, en una palabra…
–Mire, soy libre y no tengo prejuicios. No estoy limitado porque tenga que estar a las siete de la mañana en la oficina o porque deba irme a las siete de la tarde. Estuve cerca de todos los Gobiernos, pero no por eso me vi arrastrado por ellos. Usted sabe que fui muy amigo de Menem, era Presidente, lo respetaba y él me respetaba y, ahora, no tengo por qué sentirme avergonzado de esa relación. Cuando cumplí 80 años, vino a mi fiesta con su hija Zulemita y se quedó toda la noche. Por supuesto, con este Presidente no tengo esa relación, pero sólo porque él no tiene el estilo… En cambio, con el vicepresidente Scioli mantengo una excelente relación. Lo mismo vengo haciendo desde hace mucho con los dirigentes de China, que representan un país más o menos importante… (risas)

–¿Hace cuánto preside la Cámara de Comercio Argentino-China?
–Desde hace 14 ó 15 años. Pero viajé por primera vez en 1974 en nombre del Banco Mercantil e hice acuerdos y logré líneas de créditos del Banco de China. Así hice relaciones en todo el mundo, sin que me importara la ideología de mis interlocutores. Siempre me involucré personalmente, soy un convencido de que sirven al conocimiento y al entendimiento mutuo y que eso facilita las oportunidades y los negocios. Nunca he descartado nada de lo posible. Fui global antes de la globalización, pero sin apostar todas mis aspiraciones empresariales a una sola cosa, como hizo alguna gente. ¿Y si fallaba esa sola gran cosa? Yo preferí siempre distribuir el deseo mío en diferentes oportunidades de negocios.

–¿Alguna vez quiso vender o le hicieron ofertas para quedarse con sus empresas?
–Ofertas e intentos de oferta tuvimos bastantes. Cuando compramos La Caja, no teníamos la plata e hicimos la operación con una firma de los Estados Unidos. A los dos años, la empresa progresó como leche hervida y ellos se llevaron sus beneficios y se fueron, en vez de querer quedarse con todo. Al contrario, nosotros seguimos con el negocio y hoy La Caja es la empresa de mayor patrimonio del mercado asegurador argentino. Las ofertas dependen de la ocasión. A veces uno se queda sin gente para manejar determinadas empresas y tiene que vender por falta de management. Hoy por hoy no tenemos ese problema, tenemos a mis sobrinos Gerardo, Daniel, Adrián y a Darío, el hijo de Leo, que falleció, al frente. Y funcionan muy bien.

–Y usted hace de patriarca…

–Eso dicen. Pero, ojo, no soy el pasado. Nuestras compañías van para adelante y se expanden. Los empresarios no debemos conformarnos con subsistir…Creo sí que el país debe mejorar sus inversiones y eso se logrará sólo si logramos absorber el capital extranjero como si fuera propio. Así no vamos a tener problemas ni con el capital extranjero ni con el nacional: cada uno debe saber que existen reglas y tendrá que respetarlas. Pero hay que saber atraer la inversión…

–¿Y perjudica el presunto alineamiento regional con Hugo Chávez?
–No creo, porque, en realidad, no tenemos nada que ver con Chávez, aunque sí con Venezuela. Él es una especie de espantapájaros…

–¿Y Brasil y el Mercosur sí tienen que ver?
–Sí, aunque haya diferencias, sobre todo porque se trata de economías de distinta escala. Es más: pienso que nuestra estructura productiva tiene un mejor desarrollo que la del Brasil. Aunque últimamente la estamos estropeando…

–Pero Brasil respeta un modelo industrial y nosotros no terminamos de armarlo…
–Pero vamos por el buen camino para cambiar nuestra producción y diversificarla de cara al mundo. Las empresas nacionales andan bien en la medida que tengan visión y no se las sabotee.

–¿Cómo ve a Lavagna?
–Tengo una buena relación, pero también un reproche. ¿Se acuerda cuando pidieron a los empresarios una contribución patriótica al país? Yo saqué de una cuenta personal un efectivo de 128.000 dólares y lo deposité. Resultado: me agarró el corralito y hasta ahora no he recuperado esa plata. Cuando fui a reclamarle, Lavagna no me dio ni cinco de bola. ¿Qué me van a ofrecer? ¿Dónde voy a estar dentro de 30 años? ¿Me lo mandarán al cementerio de Liniers? Más allá de mi entripado, no lo veo a Lavagna como Presidente, no creo que sea un buen candidato…

–¿Le gustaría entonces un segundo mandato de Kirchner? ¿O votará a algún candidato opositor?
–¡Quién le dice! Por ahí surge un candidato en cualquier momento. Hay que tener cuidado: veo que las acciones de Kirchner están cayendo bastante. Claro, será difícil ganarle, pero no veo tan bien su estilo de conducción, no me gusta ese estilo...

–¿Cree que al Presidente lo desgasta la confrontación permanente?
–Le repito: no creo que sea una buena forma de conducir al país. Tampoco me parece bien que no haya reuniones de Gabinete y que se tomen decisiones casi en secreto…

–Pero a los empresarios los reta y les pega cuatro gritos y ellos optan por callarse…
–Porque están a la defensiva y están haciendo negocios. Necesitan del Gobierno, no pueden pelearse. Hoy por hoy los empresarios no pueden ganar ninguna pelea si enfrentan a Kirchner. Tan simple como eso…