El avance de enero termina de redondear la nueva conducción de la economía de Cambiemos: sin egos, más abierta al radicalismo y con el eje central en la gestión y la austeridad, aunque sin shocks, todo bajo el mando –ya puede decirse de hierro– de la jefatura de Gabinete que maneja Marcos Peña.
“Me hago cargo del Nación pero me acerco a la mesa chica, porque ya hablaba con Peña, Gustavo Lopetegui y Mario Quintana”, dijo a PERFIL el flamante jefe del mayor banco público, Javier González Fraga, tras ser designado como sucesor de Carlos Melconian. Algo similar podría haber declarado Nicolás Dujovne hace semanas al reemplazar a Alfonso Prat-Gay en el Ministerio de Hacienda, también de extracción radical e histórico “equipo” del PRO, que también sumó hace poco a otra radical como Beatriz Nofal, que trabaja en el armado de la agenda del encuentro del G20 el año que viene.
Decálogo. En los despachos de los controllers Lopetegui y Quintana pueden enumerar un decálogo para el ministro que no quiere ser echado:
◆ Tener perfil bajo y mostrar poca o nula autonomía.
◆ Dejarse coordinar, o lo que es lo mismo, entender que un ministerio es un separador de cartón en la biblioteca del despacho de Lopetegui, como muestra la foto de allí que acompaña esta nota.
◆ No ser un blando con los gremios o las contrapartes que “vienen a pedir y no a poner”.
◆ Mostrar resultados como un CEO.
Alguna de esas normas las transgredieron Isela Costantini, eyectada de Aerolíneas Argentinas, y el propio Prat-Gay. Ahora también Melconian. La incógnita es si la canciller Susana Malcorra tal vez haya tildado algunos ítems de la lista, justo cuando hará falta un embajador en Estados Unidos en poco tiempo.
Díscolos afuera. Seis meses antes de las elecciones de 2015, un hoy prominente miembro del equipo económico renegaba en su despacho del Congreso: “Carlos no lee los papers”. Se refería a la insubordinación del “díscolo” Melconian que horas antes, en un almuerzo empresarial, había hablado de “la fantasía de la Anses” que permitía pagar jubilaciones a los que no aportaron. Los papers de la Fundación Pensar planteaban no hablar de recortes nominales del gasto, sino de su licuación con el crecimiento y la inflación. Pero Carlos no leía, ni nunca leyó, esos informes. No se dejaba coordinar, y además era un histórico hombre de diálogo directo con Macri que pagó por ello en el modo nadie-sobresale de Lopetegui-Quintana, el verdadero ministro de dos cabezas de Cambiemos: hasta se turnaron para salir de vacaciones, cada uno en una quincena de enero.
Indolentes para despedir gente, el propio Melconian no ocultó su dolor en el Nación, al llorar y decir que no quería irse. En la quinta del dueño del Macro Jorge Brito en Uruguay el sábado pasado varios banqueros lo habían visto muy entusiasmado. En Davos, la comitiva argentina se sorprendió con la noticia. Sólo uno de sus integrantes advirtió que el jefe del Nación no había confirmado nunca la invitación para ir.
Qué viene. “La política económica no cambia”, se ataja González Fraga, que se muestra “optimista”. Hasta el Fondo Monetario Internacional atenuó sus pronósticos. El economista para la Argentina, Roberto Cardarelli, lo confirmó en llamados al país esta semana, mientras prepara un informe especial sobre la región en la era Trump. El mayor efecto de la llegada de González Fraga, decían ayer en Suiza, podría ser un nuevo “interlocutor” de peso para Federico Sturzenegger en el BCRA, una contención para quien por otro lado algún alivio habrá sentido con la salida de Melconian, con quien nunca pudo congeniar.