Aunque tuvieran que pasar 64 años desde su fundación para la primera graduada y aun en 1910 las mujeres representaban solo el 0,79% del total de egresos, el pasado jueves 12 la Universidad de Buenos Aires celebró sus primeros 200 años de vida con un 63,8% de egresadas y una fuerte presencia de las mujeres: son el 60,7% del estudiantado, el 52% del cuerpo docente y el 34% de sus autoridades.
“No es que no accedían por dispositivos de tipo normativo sino más bien culturales, porque no eran considerados espacios para ellas”, dijo a Télam la doctora en Historia e investigadora del Instituto de Investigaciones de Estudios de Género (FFyL-UBA), Ana Laura Martín.
La primera en obtener su título de grado de la UBA llegaría recién en 1885: se trató de Élida Passo, quien se recibió de farmacéutica. Y entre las primeras graduadas notables, se destacan las médicas Cecilia Grierson –pionera en concluir el doctorado en Medicina en 1889–, Elvira Rawson, Julieta Lanteri, María Teresa Ferrari y Alicia Moreau, quienes no solo dedicaron sus trayectorias profesionales al estudio de la salud de las mujeres, sino que fueron activas militantes feministas, participando de la Asociación de Mujeres Universitarias (1904), el Primer Congreso Femenino Internacional (1910) y el Partido Feminista Nacional (1919), entre otras iniciativas.
“Hasta fines del siglo XIX y principios del XX, los ámbitos universitarios eran espacios exclusivos de los hombres y estas notas son de nuestros documentos más interesantes, porque es la voz de ella la que está ahí, marcando con fuerza la necesidad de ser incluida”, agregó Lucía Wisnieski, del Archivo Histórico de la UBA.
Sin embargo, todavía la UBA nunca tuvo rectora; y la cantidad de mujeres en ejercicio simultáneo del cargo de decana nunca superó las cuatro, lo cual pone de manifiesto la vigencia del denominado “techo de cristal”.
La pedagoga y ex diputada Adriana Puiggrós se convirtió en 1974 en la primera decana de esa casa de estudios. “La mujer estuvo excluida totalmente del proyecto” de universidad porque “no formaban parte de la cosmovisión” de sus ideólogos, en el marco de una sociedad en la que ellas “tenían que ser maestras o ama de casas o prostitutas”, y por eso “todo el lenguaje de los documentos es masculino”, explicó.
“Conozco casos concretos en donde hay mujeres que no pudieron entrar al Conicet porque sus directores no las quisieron presentar porque estaban embarazadas, entendiendo que por eso se iban a retrasar”, agregó la ex funcionaria y académica esta semana.
Por su parte, Martín destacó que la discusiones de género, que en todas las facultades “estuvieron agazapadas en la investigación o la currícula”, hoy haya dado “un paso importante hacia la gestión” de la propia universidad, lo que “implica pelear otras cosas, como la paridad de género (en los representantes de los claustros) o normas de cupo trans, por ejemplo”.