“Me voy de vacaciones, vuelvo cuando ya haya pasado la bomba”. Palabras más, palabras menos, en esos términos Sergio De Francesco les hizo saber en mayo a sus allegados lo que se venía: el cierre de la fábrica de snacks de la multinacional Pepsico en Vicente López, desalojada en forma violenta esta semana por la Policía.
De Francesco acababa de ser despedido de su cargo de gerente general de la filial local por decisión de una delegación de ejecutivos, en su mayoría mexicanos, que la casa matriz de la segunda mayor alimenticia del mundo, había enviado en febrero para poner en caja los números, mejorar la rentabilidad y tratar de no perder más porción de mercado.
La ‘task force’, como se le conoce en la jerga dentro de la compañía, reporta directamente al CEO para Latinoamérica, Laxman Narasimhan, con despacho en la sede de la empresa en Purchase, en las afueras de Nueva York.
Allí, a comienzos de año empezó a mirarse muy de cerca qué estaba pasando a 8 mil kilómetros de distancia, en el norte del Gran Buenos Aires, donde estaba la fábrica emblema de la operación de Pepsico en el país: es la que compró en 1993 a la familia Aboitiz, que producía papa fritas Bum, para hacer su desembarco en el segmento de snacks, como se llama a esos alimentos típicos de la picada argentina.
“La filial local quedó en el spotligh”, dicen allegados de primer nivel a la operación de la empresa. Es decir, en la mira. Aquí las razones que motivaron el envío del ‘comando anti costos’, según pudo reconstruir PERFIL de fuentes cercanas, ya que la empresa evitó hacer comentarios, y no confirmó ni desmintió esta información:
◆ Durante los últimos años hubo pérdida de rentabilidad y también relegaron porción de mercado para Pepsico en el país. Si bien la firma sigue tieniendo más del 70% del market share en snacks (con Lays, Doritos y Pehuamar), crecieron las segundas marcas, como las propias de los supermercados, y también aparecieron con más fuerzas gigantes como Arcor, con, entre otras, las Saladix y los llamados snacks saludables.
◆ También exacerbó a los ejecutivos la imposibilidad de avanzar con fuertes recortes de personal y planes de retiros voluntarios para empleados de larga antigüedad. De hecho el grueso provenía de antes de la compra de la empresa. “Y la presencia de la comisión interna de izquierda también era vista como un impedimento para avanzar con esos ajustes”, detallaron.
Y a esto se sumaron ciertos problemas logísticos y de dificultades de distribución, que impedían ampliaciones y desarrollos de tecnología, aunque no era lo central.
Se espera que el ‘grupo de tareas’ siga un tiempo más en el país. Hoy la empresa no tiene un CEO, sino un “director de revenues”, es decir, alguien que regula los ingresos. Analizan mientras tanto si ampliarán una línea de producción en Mar del Plata, donde terminarían produciendo lo que antes hacían en Florida, e incluso estudian levantar una nueva fábrica con nuevo personal sin antigüedad. Mientras tanto, cerca de Pepsico confirman que están importando producción de Chile, aunque dicen que no es más del 5% del total.
Con el respaldo del Gobierno, fueron algunos empresarios los que les comentaron a los Pepsico boys en el brindis del 4 de julio en la Embajada de Estados Unidos si no se les iba la mano con la medida. Y con el timming. De ninguna manera, respondieron. Debían cumplir con Narasimhan, un hombre que sólo habla de planillas, costos y quiere hacer cerrar los números como sea. Buen parte de su carrera la hizo en el área de consumo masivo de la consultora McKinsey, el mismo think tank en el que se forjaron los coordinadores del gabinete nacional, Gustavo Lopetegui y Mario Quintana.
Productividad y ‘efecto isla’
El martes pasado, horas antes de que se produjera el sonado desalojo enVicente López, la multinacional Pepsico, la segunda mayor alimenticia del mundo presentó los resultados del segundo trimestre en Wall Street. Allí, la novedad era que la empresa, con ingresos por US$ 15.600 millones había obtenido ganancias por encima de los US$ 2.100 millones en ese período. Los reportes de los especialistas destacaron que los accionistas en la empresa tienen dos preocupaciones: los impuestos a las gaseosas que crecen en el mundo y el “efecto isla”: los consumidores cada vez van menos al centro de los supers donde están los snacks, ya que se quedan en los perímetros, donde hay lácteos y carnes. A favor, se destacaba ahí mismo la mejora en productividad por recortes de costos.