Como parte de su misión, el padre Crisafulli es también profesor en distintos poblados de los países donde ha vivido. Es, según cuenta, una de las tareas que más disfruta. Defiende el derecho a la educación como camino para erradicar las desigualdades profundas que atraviesan el continente africano.
—¿Por qué cree que Africa parece tener este destino de pobreza y enfermedades?
—En realidad, me gustaría aclarar que Africa no es pobre, sino que ha estado mal administrada por siglos. Ha tenido gobernantes corruptos, enriquecidos a costa de la gente. Pero es también un continente joven: 70% de la población tiene menos de 25 años. Se ven niños y jóvenes por todas partes, y menos ancianos debido a la baja expectativa de vida. Pienso que la pobreza y el subdesarrollo tienen raíces en la explotación que sufrieron a través de siglos de colonialismo, y obviamente hay también raíces culturales que influyen en mantener un statu quo de pobreza. Por otro lado, cuando se instala la democracia y hay paz y buenos gobernantes, entonces sí hay posibilidades de progreso. Ghana es un buen ejemplo en este sentido.
—¿Cómo –si es que lo puede hacer– lo compara con el destino de los más desprotegidos en Argentina?
—Es una pregunta interesante y bella. Ciertamente Argentina está más desarrollada que muchos países del Africa, especialmente del Africa Occidental. Tenemos un punto en común: un gran número de pobres. Y atención, que los pobres no quieren ser pobres. Los pobres no piden caridad sino justicia, trabajo, igualdad de oportunidades. En este punto vivimos una experiencia común. Por otro lado, veo una diferencia grande: en Africa los pobres viven con dignidad porque se vive la pobreza desde un punto de vista diferente. No es rico quien acumula dinero, oro o dólares en el banco. En el Africa tradicional es rico el que tiene una familia numerosa, el que es sabio, el que tiene tierra e hijos para trabajarla, el que puede enviar a sus hijos a la escuela, el que puede recibir en su casa al forastero y darle de comer y un lugar para dormir. Los africanos viajan “ligeros de equipaje”, viven contentos con lo que son y lo que tienen. Los más desprotegidos en Argentina muchas veces sienten que han perdido su dignidad porque viven en la miseria material, espiritual y moral, que al final es una misma cosa. Nosotros hemos elegido un arma mortal para combatir la pobreza: la educación. Un pueblo educado no puede ser fácilmente oprimido.