Todos en algún momento hemos sido colocados en un lugar de impotencia ante lo que percibimos como una injusticia, humillación o engaño sin tener la opción de defendernos, entonces hemos imaginado el lugar de justicieros o nos hemos reivindicado al menos en la fantasía, por eso es más común pensar el lugar de victimario, a nadie le gustaría estar en el lugar de víctima, es en realidad el menos cómodo, el éxito está en poder controlar esos impulsos para no pasar al acto.
Fue Cesare Lombroso quien le dio un objeto fáctico a la criminología para estudiar el porqué de la conducta delictiva en los hombres, pero este aspecto biológico fue derribado hace mucho como la única causa. Además, en relación con toda la población mundial, obtuvo pocas muestras para constatar esta hipótesis tan peligrosa y en la cual se basaron algunos criminales para modificar estos aspectos en seres humanos. Es un grave error juzgar y estigmatizar a otros por su aspecto, los criminales más peligrosos no poseen los rasgos en los que se basaba esta teoría.
De la persona a la sociedad. Los avances criminológicos hablan hoy de diversas fuentes de riesgo que interactúan entre sí, los factores personales entre los que se pueden contar los biológicos o anatómicos, ya sean innatos o adquiridos, pero que hablarían de un determinismo, los factores sociales que incluyen a la familia nuclear y el tipo de afecto y cuidados con los que se cría a una persona especialmente en la infancia, las comodidades, el entorno, los amigos de la adolescencia, los ámbitos sociales con los que nos vamos nutriendo y aprendiendo como pueden ser colegios, instituciones religiosas, que a su vez deberían cumplir con un rol de protección social. Los factores situacionales que puede influir en la realización de un delito son variados, desde el hallarse implicado en una pelea, hasta estar bajo los efectos del alcohol, actuar en legítima defensa, ver un objeto valioso desprotegido o percibir la oportunidad de que, actuando violentamente, uno será apreciado por una determinada banda o mafia.
Es injusto culpar a la marginalidad y a la pobreza de la delincuencia, la prueba la vemos todos los días quienes caminamos por la Ciudad y vemos a los cartoneros, pero algo en ellos actúa como factor de protección impidiendo que tengan el delito como opción, a pesar del contexto en el que están inmersos. Otro claro ejemplo son los delitos de cuello blanco o delitos del poder, como la criminalidad dorada con la administración fraudulenta y donde no se roba por hambre. Edwin Sutherland planteó que para que un individuo se vuelque al delito, en su medio, las definiciones favorables hacia infringir la ley son grandes, principalmente porque el o los grupos más influyentes y que le resultan más significativos, tienen propensión a cometer delitos.
Un menor criado en una familia donde el maltrato físico y emocional a la mujer es bien visto muchas veces no puede exteriorizar emociones empáticas ante eso “porque no es de hombre”. Lo mismo sucede en hogares en los que la delincuencia y la violencia son un estilo de vida. Para ellos es difícil pensar que existen otras opciones, otros lenguajes. La aparición de drogas duras en la vida también juega un papel fundamental si va unida a otras fuentes de riesgo.
Violencia doméstica. La delincuencia, entonces, sería multicausal. Hay países escandinavos donde el feminismo es lo que prima, y aun así tienen índices altos en violencia doméstica. Los medios masivos de comunicación han visibilizado las marchas del movimiento de mujeres por las víctimas de violencia de género y las de-sigualdades, que lo que piden son políticas públicas eficaces con perspectiva de género para prevenir estos hechos. Por ejemplo, en el Reino Unido la Ley Clare logró que las mujeres tengan derecho a saber si su pareja actual, y con quien están transitando un noviazgo violento, ha tenido denuncias previas de violencia de pareja para poder elegir si siguen o no con esa relación. Cualquier vecino o allegado a la mujer en riesgo puede solicitar estos datos si ella se ve impedida de hacerlo, pero es a ella a quien se le hace saber y se activan dispositivos para protegerla.
Es importante que los medios de comunicación puedan convocar a especialistas con casuística y experiencia real para analizar estos hechos que impactan a la sociedad, procurando que personas con vulnerabilidades psicológicas y emocionales se identifiquen con el dolor de las víctimas y no con la frialdad y notoriedad que adquieren los victimarios, porque esto es lo que contribuye con el avance y predisposición a conductas de contagio o imitación. Existe una subcultura de la violencia donde se glorifica este proceder en distintos ámbitos, con fotos en las redes sociales de personas con armas mostrando poder, videos de violencia física o abuso hacia niños, estampitas de Ricardo Barreda, el odontólogo que exterminó a su familia, remeras de Charles Manson, muñecos con la silueta de Jeffrey Dahmer. Más allá del interés, cuando existe un desequilibrio y predominan las fotos de los victimarios y no las de las víctimas de los homicidios, lo que se eleva es la autoestima de los autores de estos hechos.
Reincidencia. Tampoco es positivo si no es claro el límite cuando matar por matar o atacar sexualmente tiene una pena que hace pensar que el costo-beneficio de reincidir es laxo. Mucho menos contribuye al deseo de dimitir de estos actos, sino que a veces pareciera posibilitarlos. La reinserción social y la terapéutica podrían orientarse a controlar los impulsos, a comprender el sufrimiento ajeno haciéndose cargo de las consecuencias de sus acciones y el dolor que ocasionan en otros generando así empatía, aunque a veces hay factores de riesgo personal, como por ejemplo la psicopatía, donde esto sería imposible. Pero si un sujeto no tiene ese diagnóstico, sino que es el contexto social lo que lo ha predispuesto a conductas antisociales persistentes o desórdenes de conducta, ahí nada sería estático.
He tenido oportunidad de colaborar durante la investigación criminal en casos de producción y distribución de pornografía infantil, homicidios cuando la violencia es tan expresiva que excede la finalidad de control y aparece lo macabro, ahí se ve más clara la crueldad que la locura, especialmente en los femicidios; en delitos sexuales a mujeres y niños que a veces son sádicos y donde lo que se erotiza es el miedo y el malestar de las víctimas, y a cuyas acciones no se renuncia, llegando incluso a la serialidad. En todos estos casos y en los que observamos día a día, los autores parecieran buscar una gratificación inmediata, racionalizan e intentan dar una explicación a lo que están haciendo, algo que les suene lógico a ellos para permitírselo derribando inhibiciones: “porque tiene plata”, “porque tiene auto”, “porque es linda”, “pensé que le gustaba”, “porque ya no me quiere”, “porque el niño me dijo que sí”, y todas las excusas autoexculpatorias que se puedan imaginar, esas son las razones que dan al ser capturados. El hecho de incorporar al imaginario de que una mujer precipitó una agresión sexual por cómo iba vestida es absurdo, habría que preguntarse qué fue primero, si el violador o la minifalda.
Conciencia. A veces las razones que se escuchan no son por una distorsión cognitiva, saben perfectamente lo que hacen, el daño que causan, y por eso amenazan para no ser denunciados, comprenden la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal, pero la gratificación inmediata, la impunidad y el escape sin castigo son decisivos para perseverar en estas conductas. De los casos de femicidio que han trascendido, hubo mujeres que dieron aviso o denunciaron a sus ex parejas por violencia física y psicológica antes de aparecer muertas, lo lamentable es que los riesgos inminentes fueron minimizados.
Es una cuestión de costumbre e interés conocer el porqué, pero también encontrar justicia, nuestro deseo de cambiar las cosas hacia algo más positivo aportando factores de protección, reeducación y prevención de estos hechos debe continuar y pienso respecto a esto que todas las voces y aportes deben ser escuchados, especialmente los de las víctimas. He tenido ocasión de entrevistar a personas que dimitieron del delito como Daniel, “el Millonario” Rojo, ex ladrón de bancos de España, y George Christie, ex líder de los Hells Angels de California, entre otros, algunos decidieron renunciar a sus carreras delictivas por enamorarse, por una cuestión de edad o porque se les presentaron buenas oportunidades para dejarlas, para algunas mujeres fue la maternidad lo que laes hizo querer cambiar el rumbo.
* Diplomada en Criminología y Criminalística. Especializada en Técnica de Perfilación Criminal.