ELOBSERVADOR
los otros usos de las series de tv

Cualquier parecido con la realidad... ¿es coincidencia?

Desde libros de autoayuda a casos universitarios, el universo de estas ficciones se cruza con la realidad y parece hablarle al hoy. Pero no es un vínculo lineal, sino complejo.

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Imagine, lector, una serie con un tema político. Una fantasía, que comienza con la consabida aclaración de “cualquier parecido...”: la historia –un crimen– de la muerte de un fiscal que acaba de hacer una denuncia gravísima que involucra a la Presidenta del país. El tema da para mucho: se puede hablar –como sucede en la danesa Borgen, una de las favoritas de Mauricio Macri– de las “razones de Estado”, de las cosas que tienen que hacer los gobernantes –firmar un pacto con una potencia enemiga, por ejemplo–, del rol de los espías luego de un atentado –como en 24–, del vínculo entre lo público y lo privado –se puede hablar de casinos y prostitución vip vinculada a la política, tal como sucede en la versión estadounidense The Killing–. Puras fantasías, obviamente.  
Si fuera una serie “de arte”, de esas con temporadas de 13 capítulos, ésta de la muerte del fiscal tendría –imaginamos– un par de capítulos en los que el espectador desconfiaría, inducido por los guionistas, de la custodia del fiscal. Pronto, se descartaría esa hipótesis y el guión dedicaría unos cuatro o cinco capítulos más a que pensemos en que el culpable del asesinato es un enigmático personaje, experto en computación que estuvo en el lugar de los acontecimientos justo en un horario que podría haber sido el de la muerte.
Los guionistas nos van a distraer con trucos narrativos, tales como la aparición de antiguas amantes del fiscal, jovencitas que aspirarán a una carrera promisoria. Luego, el guión nos llevaría a sospechar de la familia de la ex mujer, especialmente de la pareja actual del personaje. Incluso, habría otro personaje, una fiscal madura, que sostendría que no fue un asesinato, sino “lamentablemente”, un suicidio.
En todo momento, no faltaría la política. Habría dos o tres capítulos referidos a los Servicios de Inteligencia –como sucede en Homeland, una de las favoritas de Barack Obama–: pensaríamos que todo fue un asesinato disfrazado de suicidio. Hasta que se llega al capítulo final donde se sabe todo. El crimen del fiscal tiene un culpable. Alguien que podría haber estado en la escena del crimen y del que nadie sospechaba a priori: sí, señoras y señores, especialmente señoras y señores que utilizan las series para pensar cosas que están fuera de las series, el asesino –si la muerte del fiscal fuese una serie de televisión y no algo real– sería ¡el mayordomo! Sí, el mayordomo. Porque eso es lo que tienen las series de televisión. Muchas veces se parecen a la realidad. Pero no son la realidad. Como toda obra de arte hablan al presente, a la época, pero su objetivo es entretener, hacernos pensar, conseguir rating. Están más cerca de un libro de filosofía que uno de historia. Sin embargo, las series son, desde hace un tiempo, disparadoras de ideas que sí permiten entender la actualidad. Desde libros de autoayuda, cursos basados en personajes como Walter White, hasta ensayos inteligentes y profundos, como el libro Seriemanía, de Pablo Manzotti, o Teleshakespeare, del español Jorge Carrión, que trabajan con los ecos, de uno de los fenómenos culturales de nuestro tiempo: las series de televisión como un género artístico.

Co/incidencias, in/fluencias. “En materia de series, quizás no es factible referirse a la realidad en sentido literal. Pero sí a la coyuntura –explica Pablo Manzotti–. Hay algo que tiene que ver con interpretar lo que está pasando y la posibilidad de dramatizarlo.
Es algo que se pudo ver luego del 11 de septiembre. Las series no fueron lineales en este sentido, pero la aparición en productos como
24 de una amenaza externa que determina las cosas, es algo que estuvo presente.
Carrión opina que “Parten de lo real, a menudo de las mismas noticias o eventos, para llevarlos hacia su propia lógica narrativa: en House of Cards, la de la política ficción distorsionada por el nihilismo, el cinismo y el humor negro; en The Newsroom, la del periodismo humanista y utópico”.
Manzotti (aquí debemos caer en un spoiler) aclara que “un presidente jamás mataría en persona a un periodista. Eso es darle un toque shakespeareano a la narración. No digo que no pase, sino que si esas cosas se podrían hacer por terceros. En las series toman un rol narrativo”.
Los políticos –Cristina Kirchner, Barack Obama– han mostrado predilección por el género. Para Carrión sucede porque “En primer lugar, son humanos:
se interesan por el sexo, la violencia, las bajas pasiones; el segundo lugar, porque se ven en espejos cóncavos o convexos (el teatro del Siglo de Oro a menudo tenía a los nobles y monarcas como principales espectadores, cuando no como mecenas); en tercer lugar, porque lo traducen a su propio idioma, un idioma al que, por suerte, los no políticos no tenemos acceso”.
Manzotti supone que “es Florencia, quien le debe pasar los tips de las mejores series a Cristina. Ella viene del mundo del cine y debe tener más tiempo que ella para ver series. Sin embargo, es interesante que la Presidenta vea en el personaje de la Khaleesi de
Game of Trhones, una líder, un punto de contacto. Y por cosas que dijo es obvio que vio la serie. De más está decir que Obama debe haber visto House of Cards, sí. Netflix no necesita de la publicidad del presidente de los Estados Unidos. Un presidente que sabe que la política del día a día es mucho más aburrida que en la serie”.
Que hay realidad en las series, no hay duda. Lo que no es imprescindible es que siempre haya realismo. Si uno quiere entender la lógica del capitalismo del siglo XXI seguramente encuentre mucho en “series como The Wire o Breaking Bad”, como explica Manzotti. “Creo que todas las series hablan sobre los EE.UU. en el siglo XXI: la muerte del sueño americano, la decadencia del imperio, la ausencia de un relevo)”, concluye Carrión.
Para Manzotti “En este sentido, las series de hoy retoman algo que hizo muy bien el cine de los 70: reflejar las neurosis de la sociedad  y
la época”.

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