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De vuelta a casa

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Hay un retroceso en los derechos. Incluso un derecho básico como el derecho al aborto legal, libre y gratuito ha sufrido retrocesos allí donde se había alcanzado, como se puede comprobar a partir de lo sucedido en España. En las sociedades donde se logró el derecho al aborto era pensado como un derecho a la autonomía del propio cuerpo. Ese debate está clausurado en nuestro país por una decisión de la Presidenta, y su ausencia marca un retroceso fundamental. Por el contrario, allí donde el Estado podría estar presente respecto a esta situación también se ausenta. Allí donde podría avanzar contra la falta de conocimiento mediante la educación sexual, la falta de anticonceptivos mediante su distribución y las situaciones de violencia mediante su prevención, el Estado sólo se hace presente mediante la prohibición y la censura. De ese modo, todo el esfuerzo moral recae en los hombros de las mujeres.

El Estado reproduce la estructura patriarcal. Produce mujeres domésticas con un subsidio que refuerza su responsabilidad en el cuidado de los hijos, le reserva un lugar social específico a la mujer. Por eso, si bien es cierto que hay violencias inmediatas y físicas como los femicidios que se cometen quemando a las mujeres, el riesgo es considerar esos episodios como acciones extremas cometidas por individuos, como si fuera un rasgo de locura. Resaltar sólo esos actos de violencia extrema neutraliza la violencia sistemática y estructural y permite que esa violencia se generalice y quede impune. Por eso es tan importante el modo de comunicar esos crímenes. Porque si no se lo hace del modo adecuado, la violencia de menos dramaticidad, verbal, simbólica, económica y hasta física pero de grados menores queda invisibilizada y la mujer dice: “Bueno, lo mío no es tan grave”, o puede señalarse como una advertencia de que eso podría ocurrir si la mujer ejerciera resistencia.

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Es necesario hacer un buen diagnóstico sobre qué es y cómo se estructura la violencia de género, que es parte de un patrón patriarcal de poder. Un poder que descarga esa violencia sobre los más débiles y que no sólo atraviesa la diferencia sexual, sino que irrumpe sobre cuestiones de clase, étnicas y hasta de edad. Esa estructura hay que transformar.


*Filósofa.