—Las últimas elecciones al Parlamento Europeo, en 2014, exhibieron la concurrencia más baja desde las primeras en 1979, apenas 43%. ¿Cómo se hace ahora, en medio de esta crisis, para mejorar las instituciones europeas?
—La crisis y el estancamiento posterior han producido apatía, resignación y desesperación. Una manifestación de este fenómeno se puede ver en el fortalecimiento de la extrema derecha y de euroescepticismo en general. Pero tenemos que luchar. La derrota de las políticas de austeridad debe ir acompañada de un renacimiento político democrático en Europa. Para recuperar la democracia debemos poner fin a la austeridad. Hace falta una refundación democrática basada en los principios de solidaridad y de igualdad política –no sólo institucional– entre los Estados miembros.
Tenemos que ampliar la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones y en la planificación de las políticas comunes; para empoderar a las instituciones con legitimidad democrática directa, tanto en los parlamentos nacionales, como en el Parlamento Europeo; para sacar a la Zona Euro de las limitaciones extremas impuestas por el pacto fiscal, y para garantizar que la transferencia de soberanía a nivel europeo no implique o dé lugar a una profundización del déficit democrático.
Las instituciones europeas que formulan las decisiones políticas comunes deben ser transparentes, y también controladas en su funcionamiento por los parlamentos y por los ciudadanos. Nuestro objetivo es lograr una Europa democrática, social y ecológicamente equilibrada. Una Europa unida de esa manera sí que será digna de nuestros esfuerzos.
—¿Usted cree que es posible resolver la creciente brecha que separa el norte del sur de Europa?
—Esa brecha entre el norte y el sur se puede mitigar si apuntamos a las causas reales que la sostienen y la potencian. Esa es la Europa de las divisiones y las desigualdades, la Europa del euroescepticismo y de la extrema derecha. Es la Europa de la austeridad y de la crisis porque está dominada por las fuerzas del capital. No puede haber futuro ni perspectivas en esta dirección. Tenemos que diferenciarnos. A esa Europa hay que oponerle nuestra propia propuesta alternativa: la de una Europa solidaria, con cohesión social, equidad y democracia, una Europa de sus pueblos. Por lo tanto, necesitamos un nuevo modelo económico y político que tenga centro en las personas y la democracia, uno que redistribuya la riqueza con justicia. Hace sólo unos años nos descartaban “por utópicos”: ahora, esta salida es la única alternativa realista para Europa.
—¿Cuándo sitúa, históricamente, el momento en que el neoliberalismo se adueñó de las políticas europeas que ahora terminan imponiendo la “austeridad” a los países periféricos de la UE como Grecia?
—El giro de Europa hacia el neoliberalismo se hizo oficial inmediatamente después de la caída del bloque del Este. Tenía como objetivo estratégico la subordinación de la sociedad a los “mercados libres”, achicar el sector público, desmantelar el Estado de bienestar y derogar las leyes que protegen el trabajo. Esta política, que a su vez provocó una explosión del desempleo, una gran parte de la inseguridad colectiva, el retroceso de la democracia y un aumento de las desigualdades sociales, fue posible gracias a la cooperación entre las dos tendencias políticas más fuertes en Europa, la derecha europea y la socialdemocracia europea.
—Es la misma política que llegó a su límite con la crisis de 2008.
—Los principales bancos privados, que hasta ahí habían amasado grandes ganancias, transfirieron entonces sus pérdidas a los países, que a su vez trasladaron la carga sobre las espaldas de sus sociedades. Este proceso continúa hasta hoy a través de las políticas de austeridad.
La austeridad no atiende el problema de la deuda, o la reconstrucción de la economía. Su único objetivo es rescatar a los bancos y, por lo tanto, preservar sus ganancias. Pero para hacerlo posible amenaza el invalorable tejido social y conduce a millones de personas a la desesperación. En realidad, el ascenso de la extrema derecha está estrechamente relacionado con esta situación.
El liderazgo europeo, en el que el gobierno de Angela Merkel juega un papel decisivo, insiste con esta política, lo que de algún modo lleva a Europa a un callejón sin salida. El dilema de hoy se reduce a elegir entre sufrir la destrucción causada por la austeridad, o conseguir un importante cambio de políticas en Europa en una nueva dirección.
*Embajador en Portugal.