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opciones para poner fin a la experimentación en animales

Detrás del “cruelty free”

Existen tres alternativas al testeo de cosméticos en animales. Las primeras dos opciones son éticamente cuestionables: realizar pruebas en humanos o lanzar el producto al mercado sin evaluación. La tercera posibilidad, probable solución a esta encrucijada, consiste en la implementación de métodos alternativos. El futuro está en la ciencia, con la recreación de tejidos humanos.

16-4-2023-Logo Perfil
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Cada vez más, los consumidores exigen productos “cruelty free”: libres de crueldad animal, es decir que no hayan sido testeados en animales. Y a pesar de que este sello se ve con más frecuencia que nunca en los envases de los cosméticos, es más bien, una excepción.  

El motivo de esto es que, a grandes rasgos, a pesar de que el sufrimiento de los animales que son tomados para testeo de productos es terrible, las otras opciones son tres. La primera, éticamente cuestionable: realizar las pruebas en humanos. La segunda, inviable: saltear alguna etapa de experimentación y lanzar el producto directamente al mercado. La tercera, y la mejor: realizar métodos alternativos de testeo. El problema es que los laboratorios que se dedican a esta actividad son muy pocos y son cuestionados sobre la efectividad de sus experimentos.

Legislación. En Argentina la Ley 14.346, de 1954, prohíbe el maltrato animal. Sin embargo, permite el testeo en animales, lo que múltiples activistas señalan como una incongruencia ya que inevitablemente los animales sufren durante las pruebas. Las pruebas pueden ser de cosméticos, medicamentos, agroquímicos o productos de limpieza. La legislación prohíbe la mutilación y experimentación “más allá de lo indispensable” y castiga el abandono de los animales utilizados en experimentaciones. De esta manera, regula, y por lo tanto, acepta el testeo. Se consideran actos de maltrato (artículo 2°) los “(...) innecesarios castigos”, entre otros. Se permite el trabajo animal, pero se prohíbe “el tiro de vehículos que excedan notoriamente sus fuerzas”.

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Colombia, México, Guatemala, Turquía, España e Israel son algunos de los países en los que está prohibido el testeo de cosméticos en animales. Algunas naciones permiten el testeo de medicamentos, dejando de lado el de productos de belleza por no ser indispensables. La Unión Europea también lo prohibió, aunque con grandes excepciones: las empresas europeas que exportan sus productos a mercados donde el testeo en animales es obligatorio, por ejemplo China, pueden hacer pruebas; o si una compañía afirma que los métodos alternativos son demasiado costosos o difíciles de realizar, puede solicitar que se le conceda el testeo en animales. 

“En Argentina y Chile se están tratando proyectos de ley que prohíben el uso de cosméticos. No creo que prosperen porque les falta trabajarlos”, dice la investigadora científica del Conicet María Laura Gutiérrez, directora del Laboratorio de Métodos Alternativos al uso de animales del consorcio EBAL, el único dedicado a este tipo de experimentación en el país.

Los métodos. Las principales líneas de investigación de los laboratorios de métodos alternativos consisten en el desarrollo de otras formas de experimentación de productos cosméticos y de higiene que no sean con animales. Uno de estos métodos es hacer la prueba en una “línea celular” de un animal. “Cuando un cultivo de células se inmortaliza se llama ‘línea celular”, explica el bioquímico Dylan Sendyk. El objetivo es mantener las células vivas separadas de su tejido de origen. Si bien en un primer momento se requiere de un animal para obtener las primeras células, luego se pueden hacer las pruebas con el cultivo. “En algún momento, hace muchos años, salieron de algún animal, pero hoy ya no requieren animales”, indica el científico. 

Para evaluar la irritación de un producto se pueden utilizar las líneas celulares de córneas de conejo. El mismo procedimiento se puede realizar con células humanas. El modelo de epidermis reconstruida se obtiene a partir de células madre de piel humana, por ejemplo, de voluntarios. Para testear la toxicidad pulmonar se pueden utilizar líneas celulares de pulmón humano. Existen bancos de células de todo tipo. “Estas células son comerciales y en algún momento fueron aisladas de personas. Se pueden comprar y mantener en nitrógeno líquido. Uno las descongela, las hace crecer y los compuestos se pueden probar en estas células”, afirma la investigadora Gutiérrez.

“En otro caso se usan células de donantes vivos, que, por ejemplo, pueden ser donantes de cirugías estéticas que dan células madre de piel que son empleadas para reconstruir los tejidos en el laboratorio. “También usamos órganos de origen animal. Por ejemplo, las córneas bovinas. Es un método alternativo porque no se sacrifica el animal, sino que obtenemos las córneas de las vacas que fueron faenadas con destino alimenticio”, indica la investigadora.

“Para evaluar alergias usamos células del sistema inmune humanos que las crecemos in vitro, es decir, que crecen en una placa de cultivo. Los resultados que arrojan estas técnicas son mucho más precisos que los que pueden arrojar los ensayos en cobayos o ratones”, explica. “Hay métodos alternativos que usan bases de datos de ensayos que tienen información de cientos de miles de sustancias. Son programas computacionales que pueden, de acuerdo con la fórmula química y a la estructura de un compuesto, predecir su potencial toxicidad”, indica.

Tortura animal. Conejos, cobayos, ratas y ratones son los que tienen mayor presencia en laboratorios, aunque también se realizan estudios en perros, gatos, monos y cebras. “El conejo albino es el más comúnmente usado para algunas pruebas porque es dócil, barato y tiene grandes ojos”, afirma la Asociación Nacional Animales con Derechos y Libertad (Anadel).

La descripción de los experimentos es difícil de leer. Aquí algunos de ellos que explica la ONG: “Se les hace respirar (la sustancia a probar) durante un tiempo con una especie de nebulizador, y luego (...) se ve la toxicidad pulmonar que les causó”; “los conejos están en unas cajas que los inmovilizan por el cuello, muchos se lo rompen intentando escapar, no se usan analgésicos y pocas veces anestesia, los párpados son sujetados con clips”; “el animal ha sido previamente inmovilizado para impedir que se rasque o se lama la futura herida, le aplican las sustancias irritantes y luego le cubren la zona con yeso adhesivo para, días después, observar la reacción”. Se los puede forzar a ingerir sustancias que causan efectos adversos terribles. 

“Los animales están privados de espacio, de luz natural y de vida social. Son torturados”, aseguran. Además, la asociación denuncia que, en muchos casos, en ámbitos educativos, se realizan experimentos que ni siquiera tienen un sentido de ser que los justifique. “Las prácticas para aprender ciertos procesos o adquirir habilidades clínicas y quirúrgicas en experimentos reiterativos e innecesarios, ya que se pretende demostrar un concepto de sobra conocido, suponen un sufrimiento gratuito”, dicen. 

“Por ejemplo, las facultades de Medicina de Stanford o Harvard no utilizan animales para prácticas docentes, y en Israel se ha prohibido realizar experimentos con animales en el ámbito educativo”, agregan. Incluso, dejando de lado por un momento los experimentos de medicamentos, claramente de mayor importancia que los cosméticos, el uso de animales para experimentación bélica continúa vigente en muchos países. No está de más recordar que los animales poseen sistemas nerviosos que les permite sentir dolor. 

La asociación sostiene que todas estas prácticas generan mucho estrés en los animales, alterando cualquier tipo de resultado. Además, los cuerpos de humanos y animales son muy diferentes, imposibilitando que las pruebas puedan ser pertinentes. Ya en el siglo pasado el médico y homeópata inglés Harold Fergie Woods (1883-1961) afirmaba: “No conozco ninguna instancia de un experimento con animales que haya sido necesario para el avance de la ciencia médica, ni mucho menos un experimento con animales que pueda ser necesario para salvar una vida humana”. 

Testeos en humanos. Pero prescindir del testeo animal puede traer algunas complicaciones. “Trabajo con cultivos de células y eso se usa en una primera etapa previo al trabajo con animales, pero la mayor parte de las cosas de importancia, como las drogas, se prueban después en animales porque si no es muy difícil obtener algo que sea útil en humanos. Es muy riesgoso y no es ético lanzarlo directo al mercado”, dice el bioquímico Sendyk. 

Existen voluntariados dedicados a quienes ofrecen su propio cuerpo para que se realicen los experimentos sobre ellos. También están los que se ponen a disposición para ensayos clínicos remunerados. Las sumas de dinero suelen ser considerables: arriba de los 5 mil dólares. Por lo que, en gran cantidad de casos, quienes ponen en riesgo su salud son los que más necesitan el dinero, aumentando su vulnerabilidad.

Éticamente cuestionables, si esta es la salida a las pruebas con animales, entonces deja mucho que desear. Brindar el cuerpo a cambio de dinero es tan cuestionado como la prostitución o la subrogación de vientres. Sin embargo, la mayoría de los productos farmacéuticos pasan por esta instancia antes de ser lanzados a la venta, independientemente de si antes fue probado en animales o no. De todas maneras, al llegar a la fase de prueba en humanos, el producto ya debería haber pasado por muchas pruebas.

“Hay marcas cruelty free que evalúan la seguridad con las bases de datos que antes mencioné. Se puede presentar la evidencia y decir que ese producto es seguro porque tiene ingredientes que ya fueron reportados como seguros. Otras empresas que son cruelty free, muchas, diría yo, testean en personas. Una vez que se sabe que la composición de los productos es segura, se hacen ensayos de alergia en humanos; los ensayos de seguridad ocular y de irritación dérmica también se hacen en humanos. De hecho, los productos que dicen ‘oftalmológicamente testeado’ y ‘dermatológicamente testeado’ pasaron por humanos. La evaluación en personas es una alternativa al uso de animales”, explica Gutiérrez.

La solución. Son muchos los productos que hay que evaluar. “Hay que saber qué pasa si entran en el ojo, si se ingiere accidentalmente, si hace reacción alérgica al estar en contacto con la piel, saber si uno tiene que usarlo con guantes, sin guantes, con lentes de protección”, dice la especialista.

Los métodos de testeo alternativos creados en laboratorios parecen ser la mejor solución. “Todos los ensayos que se han desarrollado por métodos alternativos fueron validados estrictamente; pasaron por evaluaciones en donde se compararon los resultados con bases de datos obtenidos del mismo estudio en animales. En el corto plazo, los métodos alternativos son lo que se viene. Si lo que buscamos es certeza en los resultados, son mucho mejor que el uso de animales. No hay por qué molestar a los animales cuando se están desarrollando estrategias que son mucho mejores”, concluye.